fue un médico, antropólogo y criminal de guerra nazi, especialmente reconocido por sus experimentos con detenidos en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz, Polonia
Era conocido en su pequeño pueblo por su alegría, su inteligencia, y unas ansias terribles de superación. A su vez, destacaba por la gran pasión que sentía hacia la música y el arte –de hecho, llegó incluso a escribir una obra de teatro que fue representada en su juventud.
En contraposición con los actos que cometería sólo unos pocos años después, tal era su espíritu solidario que llegó a inscribirse en la «Cruz Roja» y en varios grupos juveniles similares. No obstante, pronto desarrollaría un gran interés por la antropología, algo que marcaría su vida para siempre.«De niño, también hubo ocasiones en las que se escapó por los pelos de enfermedades y accidentes. A los 6 años (…) se cayó en un profundo barril de agua de lluvia y estuvo a punto de ahogarse. También padeció un terrible ataque de envenenamiento en sangre. En 1926 el médico de la familia le diagnosticó osteomielitis, una inflamación de la médula ósea (…) que (te) puede dejar tullido en casos graves, pero a él no le produjo ninguna discapacidad significativa»
Josef era el mayor de los tres hijos de Karl Mengele y su esposa Walburga (fallecida en 1946), unos acaudalados industriales de la ciudad de Günzburg (Baviera). Sus hermanos pequeños eran Karl y Alois. Mengele estudió medicina y antropología en las universidades de Munich, Viena y Bonn. Josef Mengele creció en Günzburg en medio de un ambiente de clase alta alemana, por lo que adquirió hábitos de caballero que, sumado a su buena imagen, atraían al sexo opuesto y le abrían muchas puertas en la sociedad alemana. Su padre, Karl, era industrial y se hizo rico. Josef adoraba a su madre entrañablemente, a pesar de ser muy severa y estricta; sin embargo, mantenía cierta distancia con su padre. Una característica física distintiva de Mengele era un notorio espacio interdental entre los dientes superiores frontales.
En 1933 su padre, quien era nazi acérrimo, ofreció su salón industrial a Hitler para que este pronunciara un discurso en Günzburg; por estos servicios, Karl Mengele recibió amplias facilidades económicas para hacer crecer su negocio. En Munich, Josef se doctoró en antropología en 1935 con una tesis doctoral acerca de las diferencias raciales en la estructura de la mandíbula inferior, donde argumentaba la distinta forma que tomaba la mandibula inferior humana dependiendo de la raza, pudiendo entonces "explicar " la diferencia entre judios y no judios.
Josef Mengele, a partir de las convicciones de Otmar von Verschuer, se convirtió en un antisemita acérrimo, convencido plenamente de la superioridad de la raza aria y con un absoluto desprecio por el judío. La vocación médica de Mengele estaba orientada al estudio genético-racial, más que a la medicina curativa. Josef, quien pertenecía a las juventudes hitlerianas, se incorporó a las SA en el momento que éstas estaban a punto de desaparecer como grupo armado, y tuvo que renunciar. Intentó incorporarse a las SS pero no tuvo un éxito inicial; debió intentarlo tres años después. Se casó en 1938 con Irene, una hermosa y educada dama de religión luterana (a pesar de que Mengele era católico) y en 1944 tuvo un hijo llamado Rolph.
Seguidor de Hitler y de la idea de la supremacia Aria
Descontando un breve período pasado en un hospital de Leipzig, donde cursó su internado, y su gira con la División Vikinga, Josef Mengele practicó muy poco la medicina en enfermos y heridos antes de llegar a Auschwitz. Las evidencias indican que allí no aumentó su experiencia clínica. Si Mengele hubiera estado interesado en el tratamiento de las enfermedades, Auschwitz le habría ofrecido una gran variedad de oportunidades. Para todo prisionero, la enfermedad implicaba un gran riesgo. Todo el que contrajera una dolencia grave o sufriera una herida que le dejara inválido se arriesgaba a la inmediata selección para una terapia de Zyklon B. Mengele fue enviado al campo de concentración de Auschwitz en sustitución de otro doctor que había caído enfermo. El 24 de mayo de 1943 se convirtió en el oficial médico del llamado campo gitano, una parte de Auschwitz-Birkenau. Consecuentemente, Mengele se convirtió en el oficial médico en jefe del principal campo de enfermería de Birkenau. Sin embargo, no fue el oficial médico en jefe de Auschwitz; por encima en la jerarquía se encontraba el médico de la fortificación, Eduard Wirt.
Muchos hombres de las SS, en los KZ, utilizaban su posición para explotar sexualmente a las prisioneras, a pesar de las estrictas órdenes de Himmler sobre las relaciones con judíos. Fania Fenelon, la cantante que escribió Playing for time sobre sus experiencias con la Qrquesta de Auschwitz, solía obedecer ocasionalmente la orden de cantar para Mengele en su alojamiento. Poco antes de morir, Fenelon habló de sus encuentros con el médico; su entrevistador quedó con la clara impresión de que ella estaba hablando de un antiguo amante. Constantemente circulaban rumores sobre las relaciones de Mengele con mujeres del campamento. Una de las candidatas preferidas era la guardia Irma Grese, de veintiún años, que formaba parte de su comitiva. Grese, una rubia de ojos azules, a la que muchos consideraban hermosa, se había formado como enfermera bajo las órdenes del doctor Kad Gebhardt, médico personal de Himmler y cirujano ortopedista; abandonó ese trabajo por un empleo en una granja, pero acabó enrolándose en las SS. Grese causó en sus superiores una impresión lo bastante buena como para que se la pusiera al frente de treinta mil mujeres. Como Mengele, se enorgullecía mucho de su aspecto físico y se acicalaba durante horas antes de presentarse con lo mejor de las ropas confiscadas. En otras ocasiones le encantaba pavonearse por el patio con sus botas altas, su pistola en la cadera y un látigo en la mano, Al parecer, le gustaba azotar a las mujeres en los pechos, exhibiendo una veta sádica de origen sexual. Muchos estaban convencidos de que Grese era lesbiana, pero otros la asociaban íntimamente a Mengele. Capturada por los británicos cuando liberaron el campo, Grese fue condenada por crímenes de guerra y ahorcada en 1945.
Fue durante su estancia de 21 meses en Auschwitz cuando el doctor Mengele alcanzó la fama, ganándose el apodo de "El Ángel de la Muerte". Cuando los vagones de tren repletos de prisioneros llegaban a Auschwitz II (Birkenau), con frecuencia Mengele esperaba en el andén junto a otros médicos para seleccionar a los más aptos para el trabajo y la experimentación, así como a quienes serían enviados inmediatamente a las cámaras de gas.
En esta primera etapa, Mengele se paraba en una rampa frente a las filas e indicaba con un gesto de la mano quién moría y quién vivía: a la izquierda iban las mujeres jóvenes y hombres de evidente buen estado de salud; a la derecha iban los ancianos, niños, mujeres embarazadas e incapacitados. Los que quedaban en la fila de la derecha iban directamente a las cámaras de gas. Los supervivientes de este campo que conocieron a Mengele lo describían como un oficial impecablemente acicalado, muy apuesto y perfumado, de gestos aristocráticos y poseedor de una extraña mezcla de condescendencia y una ferocidad morbosa ante el poder de decidir quién vivía o moría. Muy pocas veces, Mengele demostró humanitarismo respecto de alguno de los condenados, e incluso mató personalmente a algunos cautivos por desobedecer las reglas. Se llegaron a conocer casos de perversión sexual practicada con las mujeres de la fila izquierda, azotando los pechos con un látigo o realizando defenestraciones que invalidaban a las muchachas que, tarde o temprano, terminarían en las cámaras de gas.
El oficial del megáfono les explicaba que hombres y mujeres se separarían. Aquellos en condiciones de trabajar formarían una columna. Una segunda columna incluiría a los ancianos, los niños, las mujeres con hijos pequeños y todo aquel que fuera considerado demasiado débil para trabajar en pro del Tercer Reich. Esa segunda columna iría inmediatamente a las aldeas donde vivían los internos y organizarían las labores domésticas. Todo era parte de la complicada ficción que se mantenía en los KZ. Los que no eran considerados aptos para el trabajo iban directamente a las cámaras de gas, deteniéndose sólo para desvestirse. Ni siquiera se registraba su llegada a Auschwitz; los funcionarios del campamento desconocían sus nombres y sus lugares de origen.
Naturalmente, el sistema requería de un médico que juzgara quién estaba en condiciones de trabajar como esclavo y quién debía ir directamente a la muerte. El doctor Josef Mengele comenzó a desempeñar ese papel en mayo de 1943, casi inmediatamente después de su llegada. Los testigos declararon haberlo visto cumplir con esa función por lo menos setenta y cuatro veces. Es muy posible que haya estado junto a las vías en muchas ocasiones más, pero quienes allí lo vieron murieron.
Durante toda la mañana, Gizelle Hersh formuló la misma pregunta a todas las personas. Una muchacha de quince años, asignada a la columna de trabajadores, preguntó si podía acompañar a sus padres en la de la derecha. Mengele, encogiéndose de hombros, la dejó ir hacia una rápida muerte. Mientras su propia familia se acercaba a la cabeza de la fila de inspección, Hersh trataba de descifrar el significado de las dos columnas. Había notado que todos los niños, como su hermana Katya, que tenía doce años, eran enviados a la derecha, “hacia la fábrica, con su gruesa humareda gris, que escupía continuamente hacia el cielo cubierto. También los ancianos iban en esa dirección. Eso podía significar, por supuesto, que la gente enviada hacia la derecha no necesitaba trabajar”. Eso parecía tener sentido, pues se ajustaba a la promesa que Adolf Eichmann había hecho a los contingentes húngaros en el momento de partir. Pero Hersh estaba intrigada por el destino de las mujeres mayores de treinta y cinco años. Aunque muchas eran aptas para el trabajo, las enviaban hacia la derecha y la madre de Hersh tenía treinta y cinco años. Cuando aparecieron sus hermanas, les indicó por señas que no dieran muestras de conocerla. Agregó un par de años a la edad de cada una, para que hasta la menor figurara como de quince. Todas las muchachas y su hermano fueron encaminados hacia la izquierda. Entonces se presentaron sus padres. Gizelle Hersh restó un año a la edad de su madre, presentándola como de treinta y cuatro, y cinco a su padre, para anunciarlo como de cuarenta y nueve. Su madre le dijo: “Gizeka, papá y yo estamos juntos”. “La mujer quiere ir con su esposo”, dijo Hersh a Mengele. El dedo se movió ásperamente. Sus padres, de la mano, caminaron en dirección a la fila destinada a la fábrica. Ella jamás volvió a verlos.
“Cuando uno veía a una persona con una cara fea, con unos ojos redondos y pequeños y de mirada dura, trataba de escapar a las barracas. Mengele, en comparación, parecía tan apuesto que, cuando lo veíamos, casi sentíamos el impulso de correr a la puerta para saludarlo”. Una prisionera coincide en que Mengele calculaba fríamente los efectos de sus modales. “Todo era parte de su diabólico método para hacemos confiar en él, una y otra vez. No sólo nos mataba, sino que nos torturaba psicológicamente. Yo era música, al igual que mi esposo. Nuestro hijo dio su primer concierto a los diez años. Para mí, la música era algo especial, casi sagrado. Mengele nos tenía de pie durante una selección, mientras la orquesta tocaba un alegre vals vienés. Y cuando la orquesta comenzaba a tocar piezas de Bach, sabíamos que era el momento en que se encendían los hornos crematorios. Eso te marca para siempre y no vuelves a soportar escuchar algo que fue para ti tan amado”.
“A Mengele le encantaba presentarse ante nosotros, con su olor a jabón perfumado, tan elegante, tan apuesto, con aquella camisa de un bello color. Algunas muchachas me decían: ‘Me encantaría pasar la noche con Mengele’. Era otro modo de volvemos locas. Había que estar loca para oler el crematorio y considerar atractivo a ese individuo, para sentir ganas de pasar la noche con él. Conocía la actitud de las mujeres. Nos llamaba ‘sucias prostitutas’. Nosotras olíamos a orina, a heces y a hambre; él disfrutaba humillándonos, reduciéndonos a ínfimos animales”.
Hasta los otros hombres de las SS temían a Mengele. Marc Berkowitz contaba cómo se comportaba el doctor Heinz Tilo ante la mera amenaza de Mengele:
“Tilo trataba de copiar a Mengele. Creó un cortejo para sí y trataba de desarrollar proyectos de investigación como Mengele. Le tenía mucha envidia. Cierta vez, Mengele abandonó el campamento durante varios días y me dio instrucciones de que nadie tocara nada en su zoológico durante su ausencia. Tilo trató de hacer una selección entre nosotros y tenía intenciones de incluirme. Uno de los prisioneros dijo que había llegado el momento de rezar. Yo recobré el uso de la lengua y dije a Tilo que el doctor Mengele me había encargado de cuidar sus registros mientras él no estuviera. Tilo, al oír su nombre, olvidó la selección. El nombre de Mengele era un santo y seña para nosotros; una palabra sagrada”.
Hacia octubre de 1943, los ejércitos de Benito Mussolini se habían rendido; incluso el dictador había huido a la seguridad del norte. Los soldados de las SS y el resto de la policía fascista gobernaban la ciudad de Roma. En una fiesta sabática de ese mes, una redada de judíos despachó a Auschwitz a unas mil personas. Hasta el comandante Hoess estaba junto a las vías para saludar al contingente italiano. Se decía que los romanos eran gente de gran fortuna, que vestían pieles y lucían joyas, y sus mujeres se ataviaban a la moda. Satisfecha la curiosidad por esos seres exóticos, los nazis se dedicaron a su tarea, vociferando órdenes a los recién llegados. Cuando resultó obvio que no comprendían las instrucciones, Mengele preguntó si alguien podía servir de intérprete. Un tal Wachsberger se ofreció como voluntario:
“Me ordenó decir que las ancianas y las mujeres con hijos pequeños serían puestas en camiones para viajar hasta el campamento, que estaba a diez kilómetros de distancia. Los jóvenes permanecerían atrás y harían el viaje a pie. Si alguno de ellos se sentía cansado y no deseaba caminar tanto (Wachsberger recuerda que había unos cuatrocientos cincuenta jóvenes físicamente capaces en ese contingente) también podían viajar en los camiones. Unos trescientos eligieron viajar en camión. Y murieron por eso”.
Durante la selección, Wachsberger observaba la conducta de Mengele:
“Tenía modales elegantes y un porte tranquilo que casi siempre lindaba con la presunción y también con el extremo del encanto. Mientras distribuía a los prisioneros entre derecha e izquierda, silbaba un aria de Wagner. Yo quería ir en los camiones, porque mi esposa y mi hijo estaban entre los pasajeros, pero cuando iba a subir se me acercó Mengele y me bajó de un tirón, diciendo: ‘Tú te quedas con nosotros, porque te necesitamos como intérprete. Cuando llegues al campamento encontrarás a tu familia’. Sin embargo, llegamos al campamento tras sólo diez minutos de caminata. No había diez kilómetros de distancia”.
Los trenes, con su carga humana, llegaban tres o cuatro veces al día y durante la noche. Teóricamente, la tarea de la selección tenía que dividirse por igual entre los médicos del campamento. Sin embargo, Mengele cumplía esas funciones con mucha más frecuencia de la que le correspondía, probablemente con la bendición de otros médicos, a quienes la tarea no resultaría tan cómoda. “Infatigable”, es la palabra que utiliza un sobreviviente para describir la devoción de Mengele por esa selección. Insiste en que Mengele participaba en esas selecciones “siempre, día y noche”. Mengele, por su parte, se ponía violento cuando se interrumpía el proceso de selección. Alguna vez vio a un anciano que, a pesar de haber recibido la indicación de ir hacia la fila de la muerte, echó a andar hacia el otro grupo, donde estaba su hijo, calificado para trabajar. Furioso, Mengele cogió una gruesa cachiporra y la descargó contra el cráneo del viejo. El culpable, que ni siquiera había tenido conciencia de su débil intento de evitar la cámara de gas, cayó muerto.
Tras golpear en la cabeza en repetidas ocasiones a una judía que intentaba escaparse, le gritó: "Quieres escapar, ¿no? No puedes escapar. Vas a arder como las otras. Vas a asarte, sucia judía”. Lo último que vieron otras prisioneras fue su silueta desnuda, desamparada, caminando rumbo a las cámaras de gas, con la cabeza convertida en una bola sangrienta por el ataque de Mengele. Poco después vieron al médico en el hospital, silbando mientras se lavaba las manos ensangrentadas con jabón perfumado. El ataque de Mengele no demostraba solamente su rápido enojo, sino también su dedicación al papel de seleccionador. Quien desafiara sus derechos se arriesgaba a su furia. Disfrutaba de ese trabajo por el poder de otorgar la vida y sentenciar a muerte que le daba.
En octubre de 1943, siendo Yom Kippur, la más sagrada de las festividades judías, Mengele se dirigió en su motocicleta a un campo de fútbol que, en aquel momento, albergaba a dos mil niños varones. De pronto, Mengele subió a un estrado y contempló a su congregación. Preguntó a un muchachito de catorce años qué edad tenía. Aquel niño apenas formado, pero versado en las costumbres del campamento, contestó que tenía dieciocho. Mengele, enfurecido, gritó: "Ya te voy a enseñar”. Ordenó a uno de los guardias que buscara martillo, clavos y un trozo de madera. Luego le indicó al soldado que clavara la madera a cierta altura sobre uno de los postes de la portería. "Pasen por ahí abajo”, ordenó Mengele a los niños. Ellos comprendieron de inmediato: aquel cuya cabeza no llegara a la marca sería seleccionado. Algunos niños, frenéticos, se llenaron los zapatos de piedras para agregarse altura. Otros, asustados, vagaban en derredor, mientras Mengele aullaba sus órdenes. Cerca de un millar no alcanzaron la norma impuesta por Mengele. Se produjo un salvaje forcejeo cuando los soldados de las SS, acompañados por perros, reunieron a los petrificados niños. Mengele se reía, gozando de la escena. Su hilaridad parecía aumentar con los gritos de los niños que clamaban por sus madres. En aquella masacre de Yom Kippur, mil niños fueron seleccionados y pasados por la cámara de gas. La selección que Mengele hizo en Yom Kippur no fue caprichosa. Conocía la religión de sus cautivos. Sabía que, en el Día del Perdón, los judíos recitan una plegaria que habla de un rebaño que pasa bajo la vara del pastor, el Señor, que decide quién ha de vivir. Yom Kippur proporcionó a Mengele la ocasión de demostrar a los internos de Auschwitz que él era su Pastor, su Señor, el que controlaba la vara.
Con frecuencia improvisaba durante sus selecciones, buscando modos diferentes de exhibir su poder. Una ayudante integró un grupo de mujeres obligadas a desfilar desnudas al aire libre ante el médico y su personal. A continuación, Mengele ordenó a aquellos espantapájaros costrosos que echaran a correr. Las que no pudieron reunir energías suficientes para partir al trote integraron la Columna de la Muerte. Mengele sólo quedó parcialmente satisfecho. Contempló pensativamente los granos, las llagas y los abscesos que cubrían los cuerpos de las supervivientes, provocados por los piojos y la dieta. Finalmente, las envió a la fila de la vida.
Mengele se mostró particularmente duro con aquellas internas que quedaban embarazadas de los guardias. Madre e hija nacida o nonata iban a la cámara de gas. Muchas veces en los vagones en que se traía a los condenados quedaban cadáveres de madres con sus hijos aún vivos en los vagones, y Mengele ordenaba lanzar esas criaturas directamente al horno de la lavandería para que sirvieran de combustible. Más tarde cambió de actitud: permitió a las embarazadas dar a luz, y los bebes nacidos eran confiscados para ir a dar a una sala de experimentación en otro lugar del campo. En muchos casos, Mengele ordenó que a la madre parturienta se le vendase el pecho para que no amamantara a su bebé. Recopilaba datos sobre la muerte por inanición de los infantes.
Una prisionera recuerda:
“La hora de la selección era un momento de vida o muerte. No había luz en el cielo. Eran las tres, las cuatro, las cinco de la mañana, o tal vez el anochecer y había que esperar para pasar lista. De pie, en fila, vestidas con harapos, descalzas. Eso podía durar una, dos o tres horas; fuera corno fuese, parecían años. Y allí estaba Mengele, elegantemente vestido, con una bella camisa azul, tan apuesto, tan garboso, sonriente, con olor a jabón fino o a agua de colonia. Hará personalmente la selección. Yo estoy embarazada. Estamos desnudas y debemos caminar, como gansos, frente al doctor Mengele. Unas cuantas jóvenes han decidido ponerme entre ellas para tratar de distraer la atención de Mengele. No llegamos a acercamos a él. ¿Es posible? ¡El doctor Mengele no repara en mí! ¿Podré vivir? Y la vida nueva se agita en mis entrañas”.
Mengele explicaba a otros colegas su actitud:
"Cuando nace un niño judío no sé qué hacer con él: no puedo dejar al bebé en libertad, pues no existen los judíos libres; no puedo permitirles que vivan en el campamento, pues no contamos con las facilidades que permitan su normal desarrollo; no sería humanitario enviarlo a los hornos sin permitir que la madre estuviera allí para presenciar su muerte. Por eso, envío juntos a la madre y a la criatura”.
Los gemelos resultaban particularmente interesantes para Mengele. Dicho interés radicaba en las profundas influencias inculcadas por Otmar von Verschuer y Ferdinand Sauerbruch del Instituto Kaiser Wilhelm de Genética y Eugenesia, donde se embebió de los conceptos de herencia y raza pura, y el problema judío era el núcleo de las discusiones. Mengele, siguiendo los pasos de Von Verschuer, había desarrollado un fuerte interés por los gemelos como una fuente de información acerca de estos conceptos pseudocientíficos. Por lo tanto, cuando supo que Auschwitz era su destino, no pudo ocultar su satisfacción, pues el campo de concentración era para él un laboratorio lleno de ratas judías.
A partir de 1943, los gemelos eran seleccionados y ubicados en barracones especiales. Cuando en la rampa de selección localizaba gemelos, para éstos constituía una esperanza de alargar la vida el pertenecer a esa condición. Los gemelos eran ubicados en un recinto especial y eran tratados algo mejor que los demás internos. Prácticamente todos los experimentos de Mengele carecían de valor científico, pero fueron financiados por el gobierno nazi. Incluyeron, por ejemplo, intentos de cambiar el color de los ojos mediante la inyección de sustancias químicas en los ojos de niños, amputaciones diversas y otras cirugías brutales y, al menos en una ocasión, un intento de crear siameses artificialmente mediante la unión de venas de hermanos gemelos (la operación fue un fracaso y el único resultado fue que las manos de los niños se infectaron gravemente). Las personas objeto de los experimentos de Mengele, en caso de sobrevivir al experimento, fueron casi siempre asesinados para su posterior disección.
Mengele extraía los ojos a sus víctimas mientras estaban vivas y concientes, y colocaba los globos oculares en una pared, como un muestrario de las variedades heterocromas que existían. Casi nunca utilizaba anestesia. Intentó también por la vía química cambiar el color de pelo de los internos mediante la aplicación de dolorosas inyecciones subcutáneas y en algunos casos realizó castraciones y experimentos en la médula espinal dejando paralizados a los intervenidos. También trató de cruzar mujeres con perros para que se embarazaran.
Una prisionera francesa llamada Jeanette llegó al momento del parto en Auschwitz. Había sido un embarazo difícil, y la enfermera descubrió que Jeanette estaba embarazada de mellizos. Consideró mejor avisar a Mengele, quien acudió inmediatamente al iniciarse el parto. “¡Gemelos, gemelos!”, gritó. “¡Por fin van a nacer gemelos aquí!” Como muestra de aparente gratitud hacia la madre, hizo traer un cesto para los bebés, algunas batitas y colchas de verdad, indudablemente sacadas del botín de “Canadá”. La misma Jeanette recibió un lujo inusitado: una sábana blanca. Un día después del doble nacimiento, un par de soldados de las SS entró en el hospital, preguntando: “¿Dónde están los gemelos?” Recogieron a las criaturas y se marcharon, dejando a la madre enloquecida de miedo. Todas las noches volvían los bebés, cada vez un poco peor después de haber pasado el día con Mengele. A las dos semanas murió uno; su hermano le siguió poco después. A continuación, la misma Jeanette fue seleccionada; moriría poco después.
A los niños gemelos que llegaban al KZ, el mismo Mengele los llevaba a su consultorio. Uno de ellos recordaría años después:
“Mengele se lavó las manos con alcohol y se sentó en una silla. Con un dispositivo a pilas, comenzó lentamente a inscribirme un número. Era paciente y minucioso. ‘Eres un niño pequeño. Cuando crezcas, algún día podrás decir que el doctor Josef Mengele te puso personalmente el número. Serás famoso. No te lo rasques”.
Mostraba un semblante benigno a la familia de los gemelos. Nadie se perturbó cuando propuso someter a los niños a algunas pruebas. Pensaron que sería algún tipo de estudio sobre su conducta. Los hermanos se encontraron tendidos en mesas contiguas, en el laboratorio. El chico sintió que se le hundía una aguja en la espalda. Le ardía todo el cuerpo; luchaba para no perder el sentido. También oyó a su hermana gimotear. “Lamento tener que hacer esto. El dolor pasará”, dijo Mengele; pero el dolor nunca pasó. Recibieron un número interminable de sondas e infusiones de sustancias que les atormentaban el cuerpo. Mengele extrajo de ellos una variedad de fluidos, los puso cabeza abajo durante horas enteras, los sumergió en un tanque de acero lleno de agua fría. Les dio dulces y después aplicó unas inyecciones horriblemente dolorosas.
Como regla, la muerte de un mellizo requería el fallecimiento del otro. Mengele no resistía la oportunidad de semejante fenómeno, afirmando:
“¿Dónde, en circunstancias normales, se pueden hallar hermanos gemelos que mueran en el mismo lugar y en el mismo instante? Los gemelos, como todo el mundo, se separan por las circunstancias variadas de la vida. Viven a buena distancia y casi nunca mueren simultáneamente. Uno puede morir a los diez años, el otro a los cincuenta. En tales condiciones, la disección comparativa es imposible”.
El campamento de los gitanos proporcionaba a Mengele otro de sus artículos favoritos: enanos. Quedó extasiado al descubrir una familia de diez miembros que incluía a siete enanos. “¡Ahora tengo veinte años de material para estudiar!", fue su exclamación, citada con frecuencia. Una enfermera estaba presente cuando Mengele fue a echar una mirada más minuciosa a esos diminutos seres que habían logrado llevar consigo sus sillas pequeñas y una mesa. Las mujeres se habían empolvado en honor al visitante. Todas alabaron efusivamente al hombre, a quien consideraban su benefactor. “Qué hermoso es, qué amable. Suerte la nuestra de tenerlo como protector. Qué bondad la suya, venir a ver si nos hace falta algo”. Todos se pusieron firmes cuando Mengele entró con su cortejo. Una de las enanas se adelantó un paso y se arrodilló para abrazarse a sus relucientes botas. “¡Usted es tan bueno, tan encantador! Dios debería recompensarlo”. Mengele sacudió la bota, arrojándola al suelo, y se dirigió a la madre de varios enanos, que era de tamaño normal. “Dígame cómo vivía con su pigmeo”, le espetó. La anciana se ruborizó, pero cuando se le ordenó hablar, sólo mencionó la carrera de su esposo en el circo. “No me hable de eso; quiero saber cómo dormía con él”. Al serle negados los detalles íntimos, Mengele abandonó el sitio de mal humor. Pocos días después se llevó a un niño de tres años, hijo de una enana, a su sala de exámenes. Al caer la noche, el niño estaba muerto. Uno de los enanos, engañado por los guardias, se deslizó entre los alambres que separaban los distintos sectores. Un soldado de las SS lo mató de un disparo. El médico no aceptaba una negativa; de un modo u otro, obtuvo su satisfacción. Los enanos supervivientes sufrieron el dolor y las humillaciones de las pruebas de Mengele. Los dentistas les arrancaron dientes sanos, los ayudantes les extrajeron sangre semanalmente. Cuando les hacía transfusiones de sangre, usaba a propósito tipos sanguíneos no correspondientes. Invadieron los vientres de las mujeres con medicamentos, exponiendo sus cuerpos a repetidas sesiones de rayos X. Como insulto final y muestra de degradación, se les obligó a hacer su número desnudos ante un público formado por el personal de las SS. Diez días después las tropas soviéticas llegaron a Auschwitz y liberaron a los prisioneros el 27 de Enero de 1945, y tras ocho meses de confinamiento y tortura, los Ovitz eran la única familia que había logrado salir de allí completa.
En cooperación con otros médicos, Mengele intentó también buscar un método eficaz de esterilización masiva; muchas de las víctimas fueron mujeres a las que se les inyectaba diversas sustancias en los ovarios, sucumbiendo muchas de ellas o quedándose estériles en otros casos. También se les exponía a altas dosis de rayos X. En otras ocasiones, realizaba experimentos sumergiendo en agua helada a internos fuertes para observar sus reacciones ante la hipotermia. También cooperó con su contraparte de la aviación, el médico Sigmund Rascher de la Luftwaffe para algunos experimentos. Rascher fue el equivalente de Mengele en el campo de la experimentación con humanos, pero con fines militares. Ambos sometieron a varias personas a cambios de presión extremos en cámaras despresurizadas; estos individuos perecían en medio de terribles convulsiones por excesiva presión intracraneana. Muchos se jalaban el cabello, se sacaban los ojos a sí mismos o se arrancaban trozos de carne de la cara, en un vano intento de aliviar la presión.
Hubo otros que capitalizaron las nuevas oportunidades para la investigación. El doctor Edmund Koenig, por ejemplo, se sintió impulsado a satisfacer su curiosidad sobre los efectos de las descargas eléctricas en los cerebros de jóvenes judíos de Auschwitz. Ernest Michel, prisionero del campamento en la primavera de 1943, había sido herido mientras trabajaba en el complejo de I.G. Farben. Como era estudiante de caligrafía, le habían asignado funciones de administrativo. Cierto día, él y un enfermero se presentaron para una misión especial, guiando a varias jóvenes desde los camiones a las barracas del hospital. Eran entre seis y ocho prisioneras, confusas, agitadas y temerosas con respecto a su futuro inmediato. Tan sólo hacía un día que habían llegado de Hungría. Michel habló con una de ellas, una hermosa adolescente que parecía dominarse a pesar de su aflicción. Michel y su compañero llevaron a las jóvenes a un cuarto del hospital. Allí estaba el célebre Josef Mengele, junto con Koenig. Una hora más tarde, Michel volvió en busca de las pacientes:
“En la sala donde se llevaban a cabo los ‘servicios médicos’, una de las mujeres estaba todavía conectada a una máquina eléctrica, posiblemente para la experimentación con electrochoque. Ya nos habían dado órdenes de tener preparada una camilla para sacar a las mujeres. Dos de ellas estaban muertas; una de ellas era la muchacha húngara. Dos, obviamente, habían caído en coma. Las otras respiraban con irregularidad y dificultad. Ninguna estaba consciente. Noté que las vivas aún tenían los dientes apretados y que les habían puesto en la boca pedazos de papel”.
Mengele también realizó experimentos con gitanos y judíos que tenían enfermedades hereditarias de enanismo, síndrome de Down, siameses y otras afecciones e incluso con mellizos, diseccionándolos vivos y sumergiendo luego sus cadáveres en una tina con un líquido que consumía las carnes, dejando libres los huesos. Los esqueletos eran enviados a Berlín como un macabro muestrario de la degeneración física de los judíos. En una ocasión, mientras hervía varios cadáveres en una tinaja para quitarle la carne a los huesos, varios prisioneros llegaron ante el recipiente, atraídos por el olor de la carne hervida, y se comieron trozos de los cadáveres para aliviar el hambre.
Por aquel entonces, este campamento albergaba más de 140.000 prisioneros.
Nada más llegar al campo, el «Ángel de la muerte» consiguió hacerse famoso entre reclusos y soldados alemanes al solucionar de forma radical un problema que llevaba meses asolando Auschwitz: el tifus. «Unos días después de su llegada, cuando Auschwitz estaba en medio de la agonía de una de las muchas epidemias de tifus, Mengele se creó fama de ser eficaz de forma radical y despiadada», determinan Posner y Ware. Este sádico doctor decidió que, para detener la epidemia, debía enviar a las cámaras de gas a 1.600 gitanos y judíos (tanto hombres como mujeres y niños) que tuvieran cualquier síntoma de tifus. Algo que, según narran algunos supervivientes, hizo con total frialdad.
Sin embargo, esta no fue la única medida que llevó a cabo el «Ángel de la muerte». «Según la doctora Ella Lingens, una médico austríaca enviada a Auschwitz, envió a la cámara de gas a todo un barracón de judías, 600 mujeres, y lo hizo limpiar. Luego lo hizo desinfectar de arriba abajo. Después, puso bañeras entre este barracón y el siguiente, sacó a las mujeres del siguiente para que las desinfectaran y las envió al barracón limpio. Allí les dieron un camisón limpio y nuevo. El barracón siguiente se limpió de la misma manera. Fin del tifus. Lo triste es que no pudieran meter en ningún lado a las 600 primeras», explican Posner y Ware
Sus experimentos con gemelos
Mengele dedicó un ala especial para el alojamiento de sus gemelos, y de otros sujetos con limitaciones físicas y deformidades evidentes. Esta zona era conocida con el sobrenombre de "zoológico", mientras que los gemelos participantes en los experimentos eran conocidos como los "niños de Mengele". De todos los sujetos de experimentación, los gemelos eran los favoritos de Mengele, por lo que inicialmente recibían un trato preferencial que consistía en poder mantener su cabello y sus ropas así como el recibir raciones extras de comida. Los guardias tenían estrictas órdenes de no abusar de los niños y debían responder con sus vidas si alguno de los niños se enfermaba o moría. Mengele solía enfurecerse si alguno de los gemelos llegaba a morir. Los niños de Mengele también eran excluidos de los malos tratos y el trabajo forzado con el objeto de poder preservar su salud. De cualquier forma, Mengele no actuaba movido por razones humanitarias, sino por su deseo de que sus especímenes de investigación se mantuvieran saludables hasta que les llegara el turno de participar en sus experimentos. Al igual que con otros reclusos del campo, la imaginación de Mengele no tenía límites cuando se trataba de idear nuevos tormentos físicos para sus víctimas.
Los gemelos eran examinados de la cabeza a los pies. Se tomaban medidas exactas de cada parte del cuerpo. El Dr. Mengele exigía exámenes específicos y cuidadosos. Si algún detalle escapaba al registro, usualmente un médico de la prisión sería castigado. Mengele inyectó muestras de sangre de un gemelo a otro y registró las reacciones producidas, las cuales consistían invariablemente en cefaleas insoportables y fiebres que duraban por varios días. Con el propósito de determinar si el color de los ojos podía ser alterado genéticamente, inyectó soluciones colorantes en los ojos de varios sujetos. Esto invariablemente conducía a dolorosas infecciones y en ocasiones a la ceguera. Si alguno de esos gemelos moría, Mengele ordenaba que sus ojos fueran extraídos en la necropsia para después ser colocados en las paredes de su oficina. Los niños más jóvenes eran colocados en celdas de aislamiento y eran sometidos a una amplia variedad de estímulos con el propósito de observar sus reacciones. Se sabe que varios gemelos fueron castrados o esterilizados. Otros fueron sometidos a vivisecciones en las cuales Mengele no empleó ningún tipo de agente anestésico. También se llegaron a inyectar agentes infecciosos por vía intravenosa para observar cuanto tiempo pasaba antes de que el sujeto sucumbiera a una gran variedad de enfermedades.
Después de que toda la información necesaria era recopilada, los gemelos eran asesinados con una inyección única de cloroformo aplicada directamente en el corazón. Se tomaban todas las precauciones para que los dos gemelos murieran al mismo tiempo. Los gemelos eran entonces diseccionados y sus órganos eran enviados a centros de investigación.
Médicos de la prisión relataron el destino de dos gemelos húngaros que arribaron a Auschwitz a finales de 1943. El Dr. Mengele se encontraba en el momento de la selección, como era su costumbre. El tren llegó en las primeras horas de la mañana. Se encontraron tres parejas de gemelos, que fueron conducidos al bloque del campo destinado a los experimentos. El Dr. Mengele ordenó que los gemelos húngaros fueran conducidos al cuarto de exámenes. Los gemelos de 18 años fueron descritos como "extremadamente atléticos y apuestos". Tenían mucho cabello y vello corporal y les fue permitido conservarlo por las primeras semanas. Los gemelos fueron bañados y conducidos desnudos de vuelta a la sala de exámenes. Estos comenzaron por la cabeza. Cada una de las partes de sus cabezas fue medida y examinadas. Estos estudios se llevaron días. Posteriormente fueron examinados masivamente por medio de rayos-X. La siguiente parte del examen consistió en la colocación de tubos metálicos introducidos por la fuerza en sus cavidades nasales hasta alcanzar sus pulmones. Después de alcanzar este objetivo, fueron ventilados con un gas que les causó accesos de tos tan severos que el uso del gas tuvo que ser suspendido. El esputo de sus pulmones fue recolectado y sometido a diversos estudios.
Los gemelos fueron después fotografiados por varios días. El propósito de las fotografías era mostrar patrones de crecimiento de cabello. Los médicos obligaron a los gemelos a permanecer de pie, curvarse, arrodillarse y adoptar toda clase de posturas con el propósito de cumplir con los requerimientos de las fotografías. Por ejemplo, eran obligados a permanecer con los brazos levantados para que el vello axilar pudiera ser fotografiado.
Después de que las fotografías fueron terminadas, fueron despertados muy temprano una mañana, y conducidos a un cuarto con varias mesas y una tina de agua caliente. Fueron obligados a permanecer en la tina hasta que se desmayaron a causa del creciente calor. Después fueron sujetados a las mesas en donde su cabello fue depilado, observando especial cuidado en mantener intacta la raíz. La misma operación se repitió varias veces hasta que se recolectó la cantidad suficiente de cabello. Después de esto, fueron totalmente depilados y despojados de todo rastro de cabello y vello corporal. Los gemelos fueron entonces extensamente fotografiados de nuevo sin cabello.
En otra ocasión, los gemelos recibieron dos litros de una solución no determinada para ser usada como un enema, lo cual les causó un gran dolor. En diferentes días, los gemelos fueron sujetados en una mesa de exploraciones y sus rectos fueron prolapsados por la fuerza, con el propósito de realizar una extensiva revisión del tracto gastrointestinal inferior. Este procedimiento fue realizado sin usar ninguna clase de anestesia. Los gritos de los jóvenes eran tan fuertes, que el Dr. Mengele ordenó que fueran amordazados. El siguiente día fueron sometidos a una dolorosa y humillante revisión urológica, en la que fueron obtenidas muestras titulares de los riñones, próstatas y testículos. Varias muestras de semen fueron obtenidas por medio de la fuerza en el curso de dos días.
Después de tres semanas de estos atroces exámenes médicos, fueron conducidos al laboratorio de disección. Con la intervención de dos médicos, cada gemelo recibió simultáneamente una inyección en el corazón que les causó la muerte de forma inmediata. Fueron diseccionados y sus órganos fueron enviados al Instituto de Investigación Biológica racial y Evolutiva en Berlín.
«En otra ocasión infectó a gemelos judíos y húngaros con bacterias de fiebre tifoidea y les extrajo sangre en varias etapas siguiendo el curso de la enfermedad hasta su muerte. Pretendía comprobar en ellos las similitudes anatómicas y sus reacciones a determinados experimentos. Tras ello, los diseccionaba», añade el experto.
Sin embargo, sus experimentos todavía podían llegar a ser más inhumanos, sobre todo los que realizaba en bebés (sus sujetos favoritos de estudio). «El culmen de su depravación llegó en el momento en que pretendió "crear" siameses: escogió a dos niños gemelos de cuatro años -uno de ellos jorobado-, que respondían al nombre de Guido y Nino. Cuando fueron devueltos a los barracones dos días después, estaban cosidos por la espalda hasta las muñecas, unidos incluso por las venas. La gangrena se había apoderado de sus cuerpos y el olor (…) era insoportable», señala el experto.
Experimentos de congelamiento
Los experimentos de congelación e hipotermia fueron conducidos por el alto mando del partido Nazi. Los experimentos fueron realizados en seres humanos y tuvieron el objetivo de simular las condiciones que las tropas alemanas experimentaban en el frente del Este. Los soldados alemanes estaban mal preparados para las condiciones climatológicas que estaban experimentando en el campo de batalla. De esta forma, miles de ellos morían por los efectos del congelamiento o eran inhabilitados para el combate a causa de las heridas que les causaba el frío.
Los experimentos fueron conducidos bajo la supervisión del Dr. Sigmund Rascher en los campos de concentración de Birkenau, Dachau y Aushcwitz. El Dr. Rascher reportaba sus resultados directamente a Himmler, el Comandante en Jefe de las tristemente célebres SS. El Dr. Rascher publicó posteriormente los resultados de sus experimentos sobre la congelación en una conferencia médica celebrada en 1942, titulada "Los problemas médicos derivados del mar y del invierno."
Los experimentos sobre la congelación estuvieron divididos en dos partes. En primer lugar, buscaban establecer cuanto tiempo se necesitaba para descender la temperatura corporal a un grado suficiente para causar la muerte. En segundo lugar, analizaba las formas más eficientes para resucitar a la víctima de congelamiento.
Los dos métodos principales utilizados para enfriar a la víctima, fueron colocar a la persona en una tina de agua helada, o el exponer a la víctima desnuda a temperaturas bajo cero en la intemperie.
El método de la tina de agua helada probó ser la manera más rápida para hacer descender la temperatura corporal. La selección de los sujetos fue hecha entre judíos y rusos jóvenes. A manera de preparación para el experimento, eran desnudados. Posteriormente les era introducido un termómetro por vía rectal, el cual sería usado para registrar los descensos de temperatura durante la prueba. Este termómetro era fijado en su lugar por medio de un anillo expandible de metal que era ajustado para abrirse dentro del recto. La víctima era colocada entonces en la tina de agua helada y comenzaba a congelarse. Se sabe que la mayor parte de las víctimas perdían la conciencia y finalmente morían cuando la temperatura corporal descendía hasta los 25 °C.
Dos hombres rusos fueron observados por un médico del campo de Birkenau. Los dos eran hombres muy fuertes, y el médico de las SS quedó impresionado por el tiempo que los rusos podían soportar el frío antes de perder la conciencia. El médico que observó esto, le pidió al director del experimento que sacará a los dos hombres del tanque. El director no lo permitió, y en su lugar hizo que aumentaran la temperatura unos cuantos grados para prolongar el dolor de las víctimas. Los dos murieron después de una dolorosa y prolongada estancia en el tanque.
La segunda forma para congelar a una víctima consistía en atarla desnuda en un poste y dejarla en la intemperie. Los extremos inviernos de Auschwitz lo convirtieron en la locación natural para llevar a cabo estos experimentos.
La resucitación y los experimentos de calentamiento fueron igual de crueles y dolorosos que los experimentos de congelamiento.
Las víctimas eran colocadas debajo de lámparas solares que producían un calor suficiente como para quemar la piel. Una víctima homosexual joven fue repetidamente llevada hasta la inconciencia por medio de métodos de congelamiento, solo para inmediatamente ser resucitado por medio de las lámparas. Murió una tarde después de ser sometido a numerosas pruebas similares.
Experimento de la Irrigacion interna
La víctima congelada era sometida a un tratamiento de reanimación que consistía en introducir en el estómago, vesícula biliar e intestinos del paciente, agua calentada hasta límites cercanos al punto de ebullición. Al parecer, todas las víctimas sometidas a este "tratamiento" murieron a causa de este.
Experimentos de los baños calientes
La persona era colocada en agua caliente y la temperatura era incrementada lentamente. Este método probó ser el más útil para la reanimación de las víctimas. De cualquier manera, muchos sujetos murieron debido al shock provocado por un calentamiento demasiado rápido.
Experimentos del congelamiento por medio del calor corporal
Heinrich Himmler sugirió al Dr. Rascher el uso de mujeres para calentar a los hombres congelados. El sugirió el que la víctima y una mujer copularan. Este experimento ocurrió con cierto grado de éxito. De cualquier forma, no fue tan exitoso como el método del baño caliente.
Experimentos geneticos
El logro de la purificación de la Raza Nórdica o Aria era la meta más importante de los Nazis. Los hombres de cabello rubio y ojos azules estaban supuestamente destinados a ser la única raza. Los negros, latinoamericanos, judíos, gitanos y homosexuales, así como cualquier otra persona que no encajara en los requerimientos raciales debían ser excluidos de la sociedad futura por medio del genocidio. Hitler y el Alto Mando alemán elaboraron una lista de reglas que los Nazis debían observar. Las nuevas reglas obligaban a que todos los oficiales de las SS se sometieran a exámenes médicos antes de contraer matrimonio, con el objeto de garantizar su pureza racial. Las reglas para el matrimonio eran increíblemente complejas. Miles de solicitudes matrimoniales fueron rechazadas. Si estas reglas eran quebrantadas, esto podía conducir a la pena de muerte.
El Dr. Sigmund Rascher y su esposa pudieron comprobar por sí mismos lo que le ocurría a aquellos que no siguieran las reglas matrimoniales del régimen Nazi. La esposa de Rascher era estéril. Ellos no estaban ilegalmente casados, pero adoptaron un par de niños. Fueron investigados posteriormente por la GESTAPO y ejecutados por el crimen.
Tan pronto como el Partido Nazi llegó al poder, los grupos científicos fueron presionados para realizar investigación acerca de la pureza de la raza y los experimentos comenzaron. En primer lugar, el Partido necesitaba que la Propaganda probara que todas las demás razas eran inferiores. Se realizaron diversos estudios antropométricos en los cuales se hicieron análisis de sangre y medidas de cráneos, ojos y narices. Por medio de pruebas de este tipo, es como se determinó que los gitanos tenían un tipo diferente de sangre que los inclinaba hacia conductas criminales. "Hallazgos" similares fueron descritos en todas las demás razas, excepto en la raza de los propios Nazis.
Se realizaron cientos de experimentos genéticos después de que las actividades en los campos de concentración comenzaran. Los experimentos se dividieron en dos grandes grupos. Por un lado se buscaban métodos para refinar la raza, y por otro, determinar la causa de los defectos genéticos que se observaban.
Experimentacion sobre las grandes alturas
En los inicios de 1942, varios prisioneros del campo de concentración de Dachau fueron torturados con el objeto de que la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) pudiera averiguar la capacidad del cuerpo humano para adaptarse y sobrevivir a las grandes altitudes. Una cámara de baja presión fue usada para simular las condiciones atmosféricas de una altitud de más de 68,000 pies. Los sujetos fueron obligados a entrar en la cámara y las reacciones de sus organismos fueron estudiadas.
Experimentacion sobre la Malaria
Desde febrero de 1942 hasta Abril de 1945, numerosos experimentos fueron realizados en el campo de concentración de Dachau con el objetivo de investigar la inmunización en el tratamiento de la Malaria. Varios reclusos en buen estado de salud, fueron infectados por mosquitos o por la inyección de extractos de las glándulas mucosas de los mosquitos. Después de haber contraído Malaria, los sujetos fueron probados con diversas drogas para probar su eficacia. En estos experimentos se utilizaron más de mil sujetos no voluntarios, la mayor parte de los cuales murieron.
Experimentos con el Gas mostaza
En varias ocasiones, entre Septiembre de 1939 y Abril de 1945, se realizaron experimentos en los campos de Sachsenhausen y Natzweiler, con el fin de investigar el tratamiento más efectivo para tratar las heridas causadas por el gas LOST, un veneno popularmente conocido como "gas mostaza". Las heridas eran infligidas a los sujetos por los médicos conductores del experimento. Algunos de ellos murieron como resultado de la exposición al veneno.
Experimentos con la Sulfonamida
Desde Julio de 1942, hasta Septiembre de 1943, se realizaron experimentos en el campo de concentración de Ravensbrück para investigar la eficacia de la sulfonamida. Heridas infligidas en sujetos experimentales fueron infectadas con estreptococos, gangrena gaseosa y tétanos. La circulación de la sangre era interrumpida atando los vasos sanguíneos circundantes a la herida para crear una condición similar a la observada en los campos de batalla. La infección era agravada mediante la introducción de restos de madero o de tierra en la herida. Posteriormente, la infección era tratada con sulfonamida y otros fármacos con el objeto de determinar su eficacia. Algunos sujetos murieron como resultado de estos experimentos.
Experimentos sobre la regeneracion de huesos , musculos y nervios
Desde Septiembre de 1942 hasta Diciembre de 1943, se realizaron experimentos en el campo de concentración de Ravensbrückcon el objeto de estudiar la regeneración del hueso, el músculo y el nervio, así como el trasplante de hueso de una persona a otra. Las secciones de los huesos, músculos y nervios fueron removidos de los sujetos.
Experimentos con agua de mar
Desde Julio de 1944 hasta Septiembre de 1944, se realizaron experimentos en el campo de Dachau con el objeto de probar varios métodos para potabilizar el agua de mar. Algunos de los sujetos participantes fueron privados de toda comida y les fue suministrada únicamente agua de mar químicamente procesada.
Experimentos sobre las Hepatitis
Desde Junio de 1943 hasta enero de 1945, se realizaron experimentos en los campos de Sachsenhausen and Natzweiler para investigar las causas de la hepatitis epidémica así como el uso de inoculaciones para su tratamiento. Los sujetos experimentales fueron deliberadamente infectados, y algunos murieron a consecuencia de los experimentos.
Experimentos sobre Esterilizacion
Los experimentos se realizaron desde marzo de 1941 hasta enero de 1945 en los campos de Auschwitz y de Ravensbrück. El propósito de estos experimentos era el desarrollar un método que fuera capaz de esterilizar a millones de personas en la mínima cantidad de tiempo y con el mínimo esfuerzo. Estos experimentos fueron conducidos utilizando procedimientos quirúrgicos, rayos X y varios tipos de drogas. Miles de víctimas fueron esterilizadas (Independientemente de su experimentación al respecto, el gobierno Nazi esterilizó a alrededor de 400,000 personas como parte de sus métodos de salubridad y control)
Experimentos sobre el Tifo
Estos experimentos fueron realizados en los campos de Buchenwald y Natzweiler desde Diciembre de 1941 hasta Febrero de 1945. Investigaban la eficacia de algunas vacunas experimentales. En Buchenwald, numerosos reclusos sanos fueron infectados deliberadamente con la bacteria del tifo. Más del 90% de las víctimas murió como resultado de esto. Otros reclusos sanos fueron usados para probar la eficacia de diversas vacunas de tifo exantemático y de otras sustancias químicas. En el curso de estos experimentos, 75% de los sujetos seleccionados fueron vacunados con alguna de las vacunas o alimentados con alguna de las sustancias químicas para después ser infectados con bacterias de tifo exantemático tras un periodo de 3 o 4 semanas. El 25% restante fue infectado sin ninguna protección previa con el objetivo de probar la eficacia de las vacunas y de las sustancias químicas empleadas. Como resultado, cientos de personas murieron. También se realizaron experimentos con fiebre amarilla, viruela, cólera y difteria. Experimentos similares se realizaron en el campo de concentración de Natzweiler.
Entre Diciembre de 1943 y Octubre de 1944 se realizaron experimentos en el campo de Buchenwald para investigar los efectos de varios tipos de venenos en los seres humanos. Los venenos fueron administrados secretamente a los sujetos experimentales en su ración de comida. Las víctimas morían a causa del veneno o eran asesinadas inmediatamente para permitir la realización de autopsias. Alrededor de Septiembre de 1944, algunos sujetos experimentales recibieron los impactos de balas envenenadas y fueron sometidos a tortura.
Experimentos con bombas incendiarias
Desde Noviembre de 1943 hasta Enero de 1944, fueron realizados experimentos en el campo de concentración de Buchenwald para probar el efecto de varias preparaciones farmacológicas en las quemaduras de fósforo. Estas quemaduras eran infligidas en los sujetos experimentales con material de fósforo extraído de bombas incendiarias.
Otra de sus líneas de investigación fue el virus etno-específico. Mengele llegó a tener una colección particular de condenados especialmente escogidos para servir en sus ensayos; el trato recibido era aún peor que el de los condenados a las cámaras de gas. El doctor Horst Schumann, principal figura en el programa de eutanasia, propuso bombardear a los hombres judíos y de otras razas con altas dosis de rayos X, lo cual aniquilaría la capacidad de producir esperma vivo. Viktor Brack, administrador en jefe de la cancillería de Hitler, lo patrocinaba. Brack advirtió a Himmler que una sola instalación de rayos X podía esterilizar entre ciento cincuenta y trescientas personas al día. Con veinte máquinas semejantes en un lugar, una línea de montaje podía eliminar la potencia reproductiva de tres mil a cuatro mil hombres al día. Los artefactos debían estar ocultos para que los rayos X atacaran silenciosamente al hombre mientras él completaba algunos documentos sentado en un escritorio. En la práctica, las máquinas provocaban quemaduras horribles. Los médicos internos que cubrían las guardias encargadas de atender a los especimenes de prueba vieron a víctimas con grotescas decoloraciones en los genitales. Josef Mengele participó en esas pruebas de rayos X, pero centró sus experimentos en las mujeres, usando a un grupo de monjas polacas.
Un método alterno para la esterilización era la castración quirúrgica. El interés asignado a la velocidad hacía que las operaciones para extirpar testículos fueran competencias cronometradas. Los nazis hallaron a varios médicos prisioneros dispuestos a cooperar. Wladislaw Dehring, el polaco que trabajaba bajo la dirección de Horst Schumann, blandió el bisturí por cuenta de sus captores. De hecho, Dehring se enorgullecía de su técnica veloz, demostrando que la castración se podía cumplir en diez minutos, utilizando anestesia local. También ahorraba tiempo al no esterilizar sus instrumentos ni lavarse las manos después de cada operación. Al principio, los hombres llevados a la sala de operaciones no se daban cuenta de lo que les esperaba. Más adelante, al propagarse la noticia, muchos se arrojaban contra la cerca electrificada antes de someterse a las cirugías.
Un prisionero soviético que se escapó de un grupo designado para la castración, contó a Sim Kessel, un judío francés, que había sido llevado con otros diez o doce hombres a la “sección de biología experimental”, dirigida por Josef Mengele. El ruso oyó gritos atormentados de dolor y escapó saltando por una ventana. Sus compañeros habían sido emasculados sin anestesia. Mengele también hizo irradiar a algunas mujeres, dejándolas estériles. OIga Lengyel atendió a jóvenes que tenían grotescas quemaduras en la zona genital. Dehring también ayudaba a los hombres de las SS extirpando los ovarios dañados para su inspección con el microscopio.
El médico civil Karl Clauberg, profesor de ginecología en Prusia Oriental y autor de varios libros y tratados científicos, no sólo tenía un laboratorio para la investigación, sino también una fuente de utilidades. Hizo un trato con la empresa farmacéutica I.G. Farben para probar sus fármacos en los internos de Auschwitz; a cambio la compañía le pagaba buenas sumas de dinero por cada proyecto. Clauberg tuvo la idea de que cierta sustancia, llamada caladium sequinum, podía esterilizar a ambos sexos; por lo tanto, acordó comprar ciento cincuenta mujeres a las SS. Los nazis entregaron a un grupo de judías traídas de Holanda; pocos minutos después de bajar del tren, rodeadas de guardias armados de látigos y de perros que mostraban los dientes, empezaron los experimentos. Algunas estaban embarazadas; algunas eran jóvenes; otras ya habían pasado la edad fértil.
Ante los divertidos soldados de las SS, las candidatas fueron desvestidas a la fuerza; se les afeitó la cabeza y el vello púbico. “Se les untó el cuerpo con una crema grasienta antiparasitaria”, dijo la doctora Karel Sperber, médica interna. Los espectadores bromeaban mientras embadurnaban los órganos genitales con el ungüento. El equipo de Clauberg extirpó ovarios, inseminó artificialmente a algunas mujeres y luego retiró los órganos reproductivos; hasta trasplantó células cancerígenas en los úteros, antes de cortarlos un mes después para determinar los resultados. Clauberg y un colaborador, el doctor Kaufffman, satisfaciendo sus apetitos lascivos, encerraron a un hombre castrado, desnudo, en una habitación, con una mujer igualmente desvestida. Luego, los científicos espiaron por un vidrio, en aras de la ciencia y del conocimiento.
Mengele se incluyó en el grupo que buscaba un medio simple y químico de esterilización en masa. Entre aquellas con quienes practicaba estaba Magda Bass:
“Fui elegida, con otras mujeres, para recibir inyecciones en la boca y los labios. Allí estaba Mengele, observándonos. Algunos días después, a la mayoría se le hinchó la cabeza. Todas ellas desaparecieron. Yo tuve suerte, pues a mí no se me hinchó. Poco después me llevaron al mismo lugar con más mujeres. En esa oportunidad recibimos inyecciones bajo el brazo. Mengele, de nuevo, nos observaba. Al noventa por ciento de las inyectadas, aproximadamente, se les hincharon las piernas y los pies. También ellas desaparecieron. Más adelante, cuando vine, por fin, a Estados Unidos, quise concebir un hijo, pero no pude. Los médicos de la Clínica Mayo me han dicho que tal vez haya quedado estéril por lo que me aplicaron”.
El Sonderkommando Filip Müller estaba encargado de eliminar los restos de la investigación realizada por Mengele y sus colegas:
“Algunos de los cadáveres eran horribles a la vista. Con frecuencia habían sido desmembrados o sometidos a disección. Muchos eran de hombres y mujeres jóvenes que tenían quemaduras extrañas y heridas infectadas en los testículos o en las partes inferiores del cuerpo, cuando no abscesos en el vientre y en los muslos. Otros tenían un tinte azul rosado o caras purpúreas, con la mandíbula apretada”.
El empleo de cobayas humanos en tales experimentos se justificaba en aras del perfeccionamiento de la terapia o de la purificación de la raza. Se prometían métodos nuevos para tratar el cáncer de estómago, curas para dolencias de los órganos reproductivos y medicamentos para controlar las enfermedades contagiosas. Y los médicos de las SS no se mostraban tímidos en sus informes a los colegas. Según Leo Alexander, desde 1942, “esos experimentos llevados a cabo en los campos de concentración se presentaban públicamente en las reuniones médicas”. Sigmund Rascher llegó a usar la frase “experimentos humanos terminales”. No hubo protestas audibles entre los médicos reunidos al oír esa confesa corrupción del juramento hipocrático. En mayo de 1943, el doctor Ferdinand Sauerbruch, patrocinador de Mengele, escuchó una conferencia en la Academia Médica Militar, en la cual Karl Gebhardt y el doctor Fritz Fischer, su ayudante, disertaron sobre sus experimentos con gangrena gaseosa en prisioneros.
Un oficial de la SS describió así a Mengele:
“Estaba obsesionado por la creencia de que había sido elegido para descubrir la causa de los nacimientos múltiples y de muchas otras enfermedades y anormalidades, allí, entre aquellas paredes manchadas de sangre, donde permanecía sentado durante horas enteras, encorvado sobre sus microscopios. Era una imagen que deja muchas puertas abiertas”.
En 1944, Mengele deseaba un cambio: aunque estaba orgulloso de sus experimentos, pretendió ascender en el escalafón de las Waffen SS haciéndose evaluar por un inspector. El informe emitido por un coronel SS destacaba la personalidad, profesionalidad y celo del deber de Mengele, que lo ameritaban para un ascenso y un nuevo puesto. Sin embargo, por motivos desconocidos nunca se le reasignó desde Auschwitz-Birkenau.
Mengele hizo en una ocasión cargar un vagón de tren con unos cajones que los internos notaron "demasiado pesados para su volumen". Los cajones iban dirigidos a Günzburg y algunos internos dedujeron correctamente que los cajones contenían lingotes de oro, provenientes de las extracciones dentales de las víctimas del campo. Éste fue uno de los primeros indicios de que Mengele había presentido el fin de la Alemania Nazi.
El 26 de noviembre de 1944, Richard Baer, comandante de Auschwitz-Birkenau, recibió el extraño comunicado de desmantelar la instalación, decayendo el ritmo de exterminio del campo. La orden provenía directamente de Heinrich Himmler (quien después se suicidaría) y a muchos les causó sorpresa la situación.
Josef Mengele abandonó Auschwitz y fue al campo de concentración de Gross-Rosen. En agosto de 1944 este campo fue cerrado. En abril de 1945 huyó hacia el oeste camuflado como un miembro de la infantería regular alemana con identidad falsa, pero fue capturado como prisionero de guerra, cerca de Nuremberg. Fue liberado por los aliados, que desconocían su identidad.
Durante los juicios de Nuremberg nunca se mencionó a Josef Mengele como genocida. Se han trazado muchas conjeturas sobre la huida de Mengele, en una incluso se le atribuye la ayuda de una muchacha judía, quien estaba enamorada de él desde Auschwitz, para su escape. Escapa gracias a la Operación Paperclip. Tras esconderse algún tiempo en Günzburg y luego en Baviera, Mengele partió hacia América del Sur, concretamente hacia Paraguay en 1949, donde muchos otros oficiales nazis huidos y ayudados por la organización ilegal ODESSA habían llegado y encontrado refugio. Irene no siguió los pasos de su marido y terminaron separándose.
Mengele en Argentina
Se trasladó a Brasil para vivir bajo el alero de otra familia de origen alemán, también subvencionada por la compañía Mengele, esta vez bajo el nombre de Pedro Gerhard. Luego se independizó y trasladó a una favela, viviendo en una modestísima cabaña. Cuando alguna persona muy cercana le interrogaba sobre su infausto pasado, solía decir que él se limitaba a seleccionar sólo a personas aptas para el trabajo y que no mató a nadie.
Pero al perecer Mengele habria cumplido su sueño en Brasil
En 1979, su estado de salud estaba en franco deterioro y la familia alemana que lo asistía lo invitó a refrescarse en una playa de pendiente muy suave, Bertioga, y Mengele accedió. Cuando algunos miembros se introdujeron en la playa, Mengele les siguió hasta alcanzar una distancia de cien metros y escasa profundidad. Por motivos poco claros, Mengele se ahogó, a pesar de que uno de sus amigos llegó pronto a darle auxilio. Se especuló que había sido un calambre, un ataque cardíaco, mareo, hasta una probable muerte provocada. La versión oficial es que se golpeó con un madero mientras nadaba. Pero Mengele no sabía nadar.
Fue enterrado en un cementerio en Embu con un nombre falso, Wolfang Gerdhard, con la asistencia de su hijo Rolf. Ningún miembro más de su familia asistió. En 1985 se le realizó en Yad Vashem un juicio público en ausencia. Ese mismo año, sus restos fueron exhumados e identificados en medio de una mediática presión de Israel, Estados Unidos, Simon Wiesenthal y otros grupos antinazis. La identificación de los restos resultó satisfactoria para quienes lo buscaban. El defecto dental (diastema) que poseía Mengele en los dientes superiores frontales fue comprobado, además de coincidir en edad y estatura. En 1992, los análisis de ADN confirmaron finalmente su identidad.
Josef era el mayor de los tres hijos de Karl Mengele y su esposa Walburga (fallecida en 1946), unos acaudalados industriales de la ciudad de Günzburg (Baviera). Sus hermanos pequeños eran Karl y Alois. Mengele estudió medicina y antropología en las universidades de Munich, Viena y Bonn. Josef Mengele creció en Günzburg en medio de un ambiente de clase alta alemana, por lo que adquirió hábitos de caballero que, sumado a su buena imagen, atraían al sexo opuesto y le abrían muchas puertas en la sociedad alemana. Su padre, Karl, era industrial y se hizo rico. Josef adoraba a su madre entrañablemente, a pesar de ser muy severa y estricta; sin embargo, mantenía cierta distancia con su padre. Una característica física distintiva de Mengele era un notorio espacio interdental entre los dientes superiores frontales.
En 1933 su padre, quien era nazi acérrimo, ofreció su salón industrial a Hitler para que este pronunciara un discurso en Günzburg; por estos servicios, Karl Mengele recibió amplias facilidades económicas para hacer crecer su negocio. En Munich, Josef se doctoró en antropología en 1935 con una tesis doctoral acerca de las diferencias raciales en la estructura de la mandíbula inferior, donde argumentaba la distinta forma que tomaba la mandibula inferior humana dependiendo de la raza, pudiendo entonces "explicar " la diferencia entre judios y no judios.
Bajo la supervisión del profesor Theodor Mollison. A continuación viajó a Frankfurt, donde trabajó como ayudante de Otmar von Verschuer en el Instituto de Biología Hereditaria e Higiene Racial de la Universidad de Frankfurt. En 1938 se doctoró en medicina con una tesis doctoral titulada Estudios de la fisura labial-mandibular-palatina en ciertas tribus.
Josef Mengele, a partir de las convicciones de Otmar von Verschuer, se convirtió en un antisemita acérrimo, convencido plenamente de la superioridad de la raza aria y con un absoluto desprecio por el judío. La vocación médica de Mengele estaba orientada al estudio genético-racial, más que a la medicina curativa. Josef, quien pertenecía a las juventudes hitlerianas, se incorporó a las SA en el momento que éstas estaban a punto de desaparecer como grupo armado, y tuvo que renunciar. Intentó incorporarse a las SS pero no tuvo un éxito inicial; debió intentarlo tres años después. Se casó en 1938 con Irene, una hermosa y educada dama de religión luterana (a pesar de que Mengele era católico) y en 1944 tuvo un hijo llamado Rolph.
La boda de Irene y Josef Mengele
Rolph Mengele
En 1932, a la edad de 21 años, Mengele se afilió a la Stahlhelm, Bund der Frontsoldaten, asociación nazi que se incorporó a la Sturmabteilung (SA) en 1933 y que Mengele abandonó poco después alegando problemas de salud. Se afilió al partido nazi en 1937 y en 1938 entró en la Schutzstaffel (SS). Entre 1938 y 1939 sirvió durante seis meses en un regimiento de infantería ligera de tropas de montaña. En 1940 fue destinado a la reserva del cuerpo de médicos, comenzando un período de tres años en el que serviría en una unidad Waffen SS, la 5ª SS Panzergrenadier Division Wiking. En 1942, en Rostov, resultó herido en una pierna en el frente ruso y fue declarado no apto para el combate. Gracias a su comportamiento brillante frente al enemigo en el frente oriental, fue ascendido al rango de capitán. Fue reasignado entonces como Lagerarzt, médico de un campo de concentración (KZ).
Entrada de Auschwitz II, el campo de concentración principal.
El Dr. Mengele en se consultorio de Auschwitz
Descontando un breve período pasado en un hospital de Leipzig, donde cursó su internado, y su gira con la División Vikinga, Josef Mengele practicó muy poco la medicina en enfermos y heridos antes de llegar a Auschwitz. Las evidencias indican que allí no aumentó su experiencia clínica. Si Mengele hubiera estado interesado en el tratamiento de las enfermedades, Auschwitz le habría ofrecido una gran variedad de oportunidades. Para todo prisionero, la enfermedad implicaba un gran riesgo. Todo el que contrajera una dolencia grave o sufriera una herida que le dejara inválido se arriesgaba a la inmediata selección para una terapia de Zyklon B. Mengele fue enviado al campo de concentración de Auschwitz en sustitución de otro doctor que había caído enfermo. El 24 de mayo de 1943 se convirtió en el oficial médico del llamado campo gitano, una parte de Auschwitz-Birkenau. Consecuentemente, Mengele se convirtió en el oficial médico en jefe del principal campo de enfermería de Birkenau. Sin embargo, no fue el oficial médico en jefe de Auschwitz; por encima en la jerarquía se encontraba el médico de la fortificación, Eduard Wirt.
Muchos hombres de las SS, en los KZ, utilizaban su posición para explotar sexualmente a las prisioneras, a pesar de las estrictas órdenes de Himmler sobre las relaciones con judíos. Fania Fenelon, la cantante que escribió Playing for time sobre sus experiencias con la Qrquesta de Auschwitz, solía obedecer ocasionalmente la orden de cantar para Mengele en su alojamiento. Poco antes de morir, Fenelon habló de sus encuentros con el médico; su entrevistador quedó con la clara impresión de que ella estaba hablando de un antiguo amante. Constantemente circulaban rumores sobre las relaciones de Mengele con mujeres del campamento. Una de las candidatas preferidas era la guardia Irma Grese, de veintiún años, que formaba parte de su comitiva. Grese, una rubia de ojos azules, a la que muchos consideraban hermosa, se había formado como enfermera bajo las órdenes del doctor Kad Gebhardt, médico personal de Himmler y cirujano ortopedista; abandonó ese trabajo por un empleo en una granja, pero acabó enrolándose en las SS. Grese causó en sus superiores una impresión lo bastante buena como para que se la pusiera al frente de treinta mil mujeres. Como Mengele, se enorgullecía mucho de su aspecto físico y se acicalaba durante horas antes de presentarse con lo mejor de las ropas confiscadas. En otras ocasiones le encantaba pavonearse por el patio con sus botas altas, su pistola en la cadera y un látigo en la mano, Al parecer, le gustaba azotar a las mujeres en los pechos, exhibiendo una veta sádica de origen sexual. Muchos estaban convencidos de que Grese era lesbiana, pero otros la asociaban íntimamente a Mengele. Capturada por los británicos cuando liberaron el campo, Grese fue condenada por crímenes de guerra y ahorcada en 1945.
Grese
Fania Fenelon
Fue durante su estancia de 21 meses en Auschwitz cuando el doctor Mengele alcanzó la fama, ganándose el apodo de "El Ángel de la Muerte". Cuando los vagones de tren repletos de prisioneros llegaban a Auschwitz II (Birkenau), con frecuencia Mengele esperaba en el andén junto a otros médicos para seleccionar a los más aptos para el trabajo y la experimentación, así como a quienes serían enviados inmediatamente a las cámaras de gas.
En esta primera etapa, Mengele se paraba en una rampa frente a las filas e indicaba con un gesto de la mano quién moría y quién vivía: a la izquierda iban las mujeres jóvenes y hombres de evidente buen estado de salud; a la derecha iban los ancianos, niños, mujeres embarazadas e incapacitados. Los que quedaban en la fila de la derecha iban directamente a las cámaras de gas. Los supervivientes de este campo que conocieron a Mengele lo describían como un oficial impecablemente acicalado, muy apuesto y perfumado, de gestos aristocráticos y poseedor de una extraña mezcla de condescendencia y una ferocidad morbosa ante el poder de decidir quién vivía o moría. Muy pocas veces, Mengele demostró humanitarismo respecto de alguno de los condenados, e incluso mató personalmente a algunos cautivos por desobedecer las reglas. Se llegaron a conocer casos de perversión sexual practicada con las mujeres de la fila izquierda, azotando los pechos con un látigo o realizando defenestraciones que invalidaban a las muchachas que, tarde o temprano, terminarían en las cámaras de gas.
Dibujo de Josef Mengele realizado por un prisionero
Naturalmente, el sistema requería de un médico que juzgara quién estaba en condiciones de trabajar como esclavo y quién debía ir directamente a la muerte. El doctor Josef Mengele comenzó a desempeñar ese papel en mayo de 1943, casi inmediatamente después de su llegada. Los testigos declararon haberlo visto cumplir con esa función por lo menos setenta y cuatro veces. Es muy posible que haya estado junto a las vías en muchas ocasiones más, pero quienes allí lo vieron murieron.
De cualquier modo, varios supervivientes ofrecen vívidos recuerdos de Mengele como seleccionador de los recién llegados. El día en que Miklos Nyiszli, patólogo húngaro, vio por primera vez la luz de Auschwitz, reparó en “un joven oficial de las SS, de impecable uniforme, con una escarapela de oro adornando su solapa y las botas bien lustradas”. Cuando Nathan Shapell bajó a tropezones del tren, en 1943, vio a “cientos de hombres de la Gestapo y de las SS que les esperaban. Nos recibió un hombre a quien pronto conocí como el doctor Mengele, el Carnicero. Al acercarse la columna a los oficiales, ésta se reducía a una fila india para pasar delante de ese monstruo inhumano, que estaba con otras personas en una pequeña plataforma situada encima de nosotros, levantando la mano con el pulgar extendido y moviéndola hacia delante y hacia atrás. Nos hacían desfilar como a un rebaño, golpeándonos para que nos moviéramos cada vez más de prisa. En ese momento no sabía lo que significaba el movimiento de su dedo, pero pronto fue obvio. Una fila, a la izquierda, era de hombres y mujeres jóvenes. Los de edad mediana, los enfermos, los ancianos y los niños iban hacia la derecha”.
Estampilla postal sobre Auschwitz
Durante toda la mañana, Gizelle Hersh formuló la misma pregunta a todas las personas. Una muchacha de quince años, asignada a la columna de trabajadores, preguntó si podía acompañar a sus padres en la de la derecha. Mengele, encogiéndose de hombros, la dejó ir hacia una rápida muerte. Mientras su propia familia se acercaba a la cabeza de la fila de inspección, Hersh trataba de descifrar el significado de las dos columnas. Había notado que todos los niños, como su hermana Katya, que tenía doce años, eran enviados a la derecha, “hacia la fábrica, con su gruesa humareda gris, que escupía continuamente hacia el cielo cubierto. También los ancianos iban en esa dirección. Eso podía significar, por supuesto, que la gente enviada hacia la derecha no necesitaba trabajar”. Eso parecía tener sentido, pues se ajustaba a la promesa que Adolf Eichmann había hecho a los contingentes húngaros en el momento de partir. Pero Hersh estaba intrigada por el destino de las mujeres mayores de treinta y cinco años. Aunque muchas eran aptas para el trabajo, las enviaban hacia la derecha y la madre de Hersh tenía treinta y cinco años. Cuando aparecieron sus hermanas, les indicó por señas que no dieran muestras de conocerla. Agregó un par de años a la edad de cada una, para que hasta la menor figurara como de quince. Todas las muchachas y su hermano fueron encaminados hacia la izquierda. Entonces se presentaron sus padres. Gizelle Hersh restó un año a la edad de su madre, presentándola como de treinta y cuatro, y cinco a su padre, para anunciarlo como de cuarenta y nueve. Su madre le dijo: “Gizeka, papá y yo estamos juntos”. “La mujer quiere ir con su esposo”, dijo Hersh a Mengele. El dedo se movió ásperamente. Sus padres, de la mano, caminaron en dirección a la fila destinada a la fábrica. Ella jamás volvió a verlos.
Mengele no usaba un gorro rígido formal, sino uno blando, con la insignia de la Cabeza de la Muerte. Llevaba una cruz al cuello y, en el cinturón, un lema: "La muerte con la bendición de Dios”. Un prisionero recordaba: “Mengele era un Doctor en Filosofía, un Doctor en Medicina, un hombre que disfrutaba con la música y la poesía, y su mejor arma eran sus modales. Lograba que la gente hiciera cualquier cosa con su actitud de persona decente. Te desarmaba totalmente. No se podía creer que estuviera mintiendo, pero mentía sin cesar. Actuaba sobre la base de que, si uno da los buenos días a un prisionero, está demostrando ser buena persona”. En un ambiente de violencia diaria, aplicada por soldados y guardias que no veían la utilidad de enmascarar su personalidad, la actitud de Mengele resultaba comprensiblemente efectiva.
“Cuando uno veía a una persona con una cara fea, con unos ojos redondos y pequeños y de mirada dura, trataba de escapar a las barracas. Mengele, en comparación, parecía tan apuesto que, cuando lo veíamos, casi sentíamos el impulso de correr a la puerta para saludarlo”. Una prisionera coincide en que Mengele calculaba fríamente los efectos de sus modales. “Todo era parte de su diabólico método para hacemos confiar en él, una y otra vez. No sólo nos mataba, sino que nos torturaba psicológicamente. Yo era música, al igual que mi esposo. Nuestro hijo dio su primer concierto a los diez años. Para mí, la música era algo especial, casi sagrado. Mengele nos tenía de pie durante una selección, mientras la orquesta tocaba un alegre vals vienés. Y cuando la orquesta comenzaba a tocar piezas de Bach, sabíamos que era el momento en que se encendían los hornos crematorios. Eso te marca para siempre y no vuelves a soportar escuchar algo que fue para ti tan amado”.
“A Mengele le encantaba presentarse ante nosotros, con su olor a jabón perfumado, tan elegante, tan apuesto, con aquella camisa de un bello color. Algunas muchachas me decían: ‘Me encantaría pasar la noche con Mengele’. Era otro modo de volvemos locas. Había que estar loca para oler el crematorio y considerar atractivo a ese individuo, para sentir ganas de pasar la noche con él. Conocía la actitud de las mujeres. Nos llamaba ‘sucias prostitutas’. Nosotras olíamos a orina, a heces y a hambre; él disfrutaba humillándonos, reduciéndonos a ínfimos animales”.
“Tilo trataba de copiar a Mengele. Creó un cortejo para sí y trataba de desarrollar proyectos de investigación como Mengele. Le tenía mucha envidia. Cierta vez, Mengele abandonó el campamento durante varios días y me dio instrucciones de que nadie tocara nada en su zoológico durante su ausencia. Tilo trató de hacer una selección entre nosotros y tenía intenciones de incluirme. Uno de los prisioneros dijo que había llegado el momento de rezar. Yo recobré el uso de la lengua y dije a Tilo que el doctor Mengele me había encargado de cuidar sus registros mientras él no estuviera. Tilo, al oír su nombre, olvidó la selección. El nombre de Mengele era un santo y seña para nosotros; una palabra sagrada”.
Dibujo de Mengele supervisando un castigo
Hacia octubre de 1943, los ejércitos de Benito Mussolini se habían rendido; incluso el dictador había huido a la seguridad del norte. Los soldados de las SS y el resto de la policía fascista gobernaban la ciudad de Roma. En una fiesta sabática de ese mes, una redada de judíos despachó a Auschwitz a unas mil personas. Hasta el comandante Hoess estaba junto a las vías para saludar al contingente italiano. Se decía que los romanos eran gente de gran fortuna, que vestían pieles y lucían joyas, y sus mujeres se ataviaban a la moda. Satisfecha la curiosidad por esos seres exóticos, los nazis se dedicaron a su tarea, vociferando órdenes a los recién llegados. Cuando resultó obvio que no comprendían las instrucciones, Mengele preguntó si alguien podía servir de intérprete. Un tal Wachsberger se ofreció como voluntario:
“Me ordenó decir que las ancianas y las mujeres con hijos pequeños serían puestas en camiones para viajar hasta el campamento, que estaba a diez kilómetros de distancia. Los jóvenes permanecerían atrás y harían el viaje a pie. Si alguno de ellos se sentía cansado y no deseaba caminar tanto (Wachsberger recuerda que había unos cuatrocientos cincuenta jóvenes físicamente capaces en ese contingente) también podían viajar en los camiones. Unos trescientos eligieron viajar en camión. Y murieron por eso”.
Durante la selección, Wachsberger observaba la conducta de Mengele:
“Tenía modales elegantes y un porte tranquilo que casi siempre lindaba con la presunción y también con el extremo del encanto. Mientras distribuía a los prisioneros entre derecha e izquierda, silbaba un aria de Wagner. Yo quería ir en los camiones, porque mi esposa y mi hijo estaban entre los pasajeros, pero cuando iba a subir se me acercó Mengele y me bajó de un tirón, diciendo: ‘Tú te quedas con nosotros, porque te necesitamos como intérprete. Cuando llegues al campamento encontrarás a tu familia’. Sin embargo, llegamos al campamento tras sólo diez minutos de caminata. No había diez kilómetros de distancia”.
Dibujo de Mengele sobre la seleccion de prisioneras
Son los cráneos afeitados, números tatuados en los brazos, bañados con una ducha fría y un rocío desinfectante que provocaba escozores, Wachsberger y sus compatriotas vieron la muerte rápida y violenta en su primera jornada en Auschwitz. Un prisionero fue fusilado por no avanzar con suficiente celeridad; otro que cayó al suelo, agotado, fue golpeado hasta morir en el mismo sitio. Otro, en su desesperación, se arrojó contra la cerca electrificada. “Los prisioneros judíos más antiguos decían: ‘Sus familias están en esos sitios donde brota el humo’. Nosotros no queríamos creerlo. Otros prisioneros dijeron que nuestras familias sólo habían ido a una zona e desinfección, para ser llevados después a los campamentos familiares. Nosotros deseábamos creer que habían ido a los campamentos familiares”. Mengele llamó a Wachsberger para charlar varias noches. “Quería saber qué había pasado en Italia tras la caída del fascismo. Se mostraba ansioso y lleno de curiosidad; le dije cuanto sabía. Cuanto más le contaba, más detalles pedía él. Bebía mucho vodka y, con frecuencia, estaba bastante ebrio”. Wachsberger interrogó a Mengele sobre los trescientos jóvenes competentes a los que había instado a coger el camino de las cámaras de gas. “Quien no es capaz de caminar diez kilómetros tras pasar cinco días en un tren, no puede hacer el trabajo que necesitamos aquí”, respondió el médico. Wachsberger llegó a la conclusión de que Mengele actuaba por cuenta propia, al menos en parte, sobrepasando los límites fijados por Himmler, quien deseaba una abundante mano de obra esclava. Por lo común, la cuota de supervivientes entre los pasajeros desembarcados iba del veinte al veinticinco por ciento, pero en algunos casos un ochenta o noventa por ciento iban directamente a la muerte.
Los trenes, con su carga humana, llegaban tres o cuatro veces al día y durante la noche. Teóricamente, la tarea de la selección tenía que dividirse por igual entre los médicos del campamento. Sin embargo, Mengele cumplía esas funciones con mucha más frecuencia de la que le correspondía, probablemente con la bendición de otros médicos, a quienes la tarea no resultaría tan cómoda. “Infatigable”, es la palabra que utiliza un sobreviviente para describir la devoción de Mengele por esa selección. Insiste en que Mengele participaba en esas selecciones “siempre, día y noche”. Mengele, por su parte, se ponía violento cuando se interrumpía el proceso de selección. Alguna vez vio a un anciano que, a pesar de haber recibido la indicación de ir hacia la fila de la muerte, echó a andar hacia el otro grupo, donde estaba su hijo, calificado para trabajar. Furioso, Mengele cogió una gruesa cachiporra y la descargó contra el cráneo del viejo. El culpable, que ni siquiera había tenido conciencia de su débil intento de evitar la cámara de gas, cayó muerto.
Tras golpear en la cabeza en repetidas ocasiones a una judía que intentaba escaparse, le gritó: "Quieres escapar, ¿no? No puedes escapar. Vas a arder como las otras. Vas a asarte, sucia judía”. Lo último que vieron otras prisioneras fue su silueta desnuda, desamparada, caminando rumbo a las cámaras de gas, con la cabeza convertida en una bola sangrienta por el ataque de Mengele. Poco después vieron al médico en el hospital, silbando mientras se lavaba las manos ensangrentadas con jabón perfumado. El ataque de Mengele no demostraba solamente su rápido enojo, sino también su dedicación al papel de seleccionador. Quien desafiara sus derechos se arriesgaba a su furia. Disfrutaba de ese trabajo por el poder de otorgar la vida y sentenciar a muerte que le daba.
En octubre de 1943, siendo Yom Kippur, la más sagrada de las festividades judías, Mengele se dirigió en su motocicleta a un campo de fútbol que, en aquel momento, albergaba a dos mil niños varones. De pronto, Mengele subió a un estrado y contempló a su congregación. Preguntó a un muchachito de catorce años qué edad tenía. Aquel niño apenas formado, pero versado en las costumbres del campamento, contestó que tenía dieciocho. Mengele, enfurecido, gritó: "Ya te voy a enseñar”. Ordenó a uno de los guardias que buscara martillo, clavos y un trozo de madera. Luego le indicó al soldado que clavara la madera a cierta altura sobre uno de los postes de la portería. "Pasen por ahí abajo”, ordenó Mengele a los niños. Ellos comprendieron de inmediato: aquel cuya cabeza no llegara a la marca sería seleccionado. Algunos niños, frenéticos, se llenaron los zapatos de piedras para agregarse altura. Otros, asustados, vagaban en derredor, mientras Mengele aullaba sus órdenes. Cerca de un millar no alcanzaron la norma impuesta por Mengele. Se produjo un salvaje forcejeo cuando los soldados de las SS, acompañados por perros, reunieron a los petrificados niños. Mengele se reía, gozando de la escena. Su hilaridad parecía aumentar con los gritos de los niños que clamaban por sus madres. En aquella masacre de Yom Kippur, mil niños fueron seleccionados y pasados por la cámara de gas. La selección que Mengele hizo en Yom Kippur no fue caprichosa. Conocía la religión de sus cautivos. Sabía que, en el Día del Perdón, los judíos recitan una plegaria que habla de un rebaño que pasa bajo la vara del pastor, el Señor, que decide quién ha de vivir. Yom Kippur proporcionó a Mengele la ocasión de demostrar a los internos de Auschwitz que él era su Pastor, su Señor, el que controlaba la vara.
Niños sobrevivientes de la masacre de Yon Kipur
Con frecuencia improvisaba durante sus selecciones, buscando modos diferentes de exhibir su poder. Una ayudante integró un grupo de mujeres obligadas a desfilar desnudas al aire libre ante el médico y su personal. A continuación, Mengele ordenó a aquellos espantapájaros costrosos que echaran a correr. Las que no pudieron reunir energías suficientes para partir al trote integraron la Columna de la Muerte. Mengele sólo quedó parcialmente satisfecho. Contempló pensativamente los granos, las llagas y los abscesos que cubrían los cuerpos de las supervivientes, provocados por los piojos y la dieta. Finalmente, las envió a la fila de la vida.
El deliberado oscurantismo del médico realzaba los dramas de la selección. No siempre la columna derecha significaba la muerte y la izquierda la supervivencia. Muchas de las acciones de Mengele parecen haber sido guiadas por el capricho, pero se diría que nunca le preocuparon las consecuencias. Una prisionera recordaba la actitud de Mengele durante las selecciones, el modo en que se erguía, con los pulgares en el cinturón de la pistolera. “Recuerdo al doctor Koenig y, a su favor, debo decir que siempre se embriagaba profundamente antes, igual que el doctor Rohde. Mengele no. A él no le hacía falta. Lo hacía sobrio”. Otras prisioneras decían que era un hombre guapísimo. Resulta extraño, aunque tal vez comprensible, dadas las circunstancias, que muchos a los que Mengele otorgó la vida ante la muerte, nunca hayan podido resolver una sensación de ambivalencia con respecto al “Ángel de la Muerte”.
Mengele se mostró particularmente duro con aquellas internas que quedaban embarazadas de los guardias. Madre e hija nacida o nonata iban a la cámara de gas. Muchas veces en los vagones en que se traía a los condenados quedaban cadáveres de madres con sus hijos aún vivos en los vagones, y Mengele ordenaba lanzar esas criaturas directamente al horno de la lavandería para que sirvieran de combustible. Más tarde cambió de actitud: permitió a las embarazadas dar a luz, y los bebes nacidos eran confiscados para ir a dar a una sala de experimentación en otro lugar del campo. En muchos casos, Mengele ordenó que a la madre parturienta se le vendase el pecho para que no amamantara a su bebé. Recopilaba datos sobre la muerte por inanición de los infantes.
Prisionera con los pechos infectados
“La hora de la selección era un momento de vida o muerte. No había luz en el cielo. Eran las tres, las cuatro, las cinco de la mañana, o tal vez el anochecer y había que esperar para pasar lista. De pie, en fila, vestidas con harapos, descalzas. Eso podía durar una, dos o tres horas; fuera corno fuese, parecían años. Y allí estaba Mengele, elegantemente vestido, con una bella camisa azul, tan apuesto, tan garboso, sonriente, con olor a jabón fino o a agua de colonia. Hará personalmente la selección. Yo estoy embarazada. Estamos desnudas y debemos caminar, como gansos, frente al doctor Mengele. Unas cuantas jóvenes han decidido ponerme entre ellas para tratar de distraer la atención de Mengele. No llegamos a acercamos a él. ¿Es posible? ¡El doctor Mengele no repara en mí! ¿Podré vivir? Y la vida nueva se agita en mis entrañas”.
Mengele explicaba a otros colegas su actitud:
"Cuando nace un niño judío no sé qué hacer con él: no puedo dejar al bebé en libertad, pues no existen los judíos libres; no puedo permitirles que vivan en el campamento, pues no contamos con las facilidades que permitan su normal desarrollo; no sería humanitario enviarlo a los hornos sin permitir que la madre estuviera allí para presenciar su muerte. Por eso, envío juntos a la madre y a la criatura”.
Los gemelos resultaban particularmente interesantes para Mengele. Dicho interés radicaba en las profundas influencias inculcadas por Otmar von Verschuer y Ferdinand Sauerbruch del Instituto Kaiser Wilhelm de Genética y Eugenesia, donde se embebió de los conceptos de herencia y raza pura, y el problema judío era el núcleo de las discusiones. Mengele, siguiendo los pasos de Von Verschuer, había desarrollado un fuerte interés por los gemelos como una fuente de información acerca de estos conceptos pseudocientíficos. Por lo tanto, cuando supo que Auschwitz era su destino, no pudo ocultar su satisfacción, pues el campo de concentración era para él un laboratorio lleno de ratas judías.
El consultorio del Dr. Mengele
El Dr. Mengele examinando a unos gemelos recien llegados a Auschwitz
Mengele extraía los ojos a sus víctimas mientras estaban vivas y concientes, y colocaba los globos oculares en una pared, como un muestrario de las variedades heterocromas que existían. Casi nunca utilizaba anestesia. Intentó también por la vía química cambiar el color de pelo de los internos mediante la aplicación de dolorosas inyecciones subcutáneas y en algunos casos realizó castraciones y experimentos en la médula espinal dejando paralizados a los intervenidos. También trató de cruzar mujeres con perros para que se embarazaran.
Mengele en sus dias de medico en Auschwitz-Birkenau
Una prisionera francesa llamada Jeanette llegó al momento del parto en Auschwitz. Había sido un embarazo difícil, y la enfermera descubrió que Jeanette estaba embarazada de mellizos. Consideró mejor avisar a Mengele, quien acudió inmediatamente al iniciarse el parto. “¡Gemelos, gemelos!”, gritó. “¡Por fin van a nacer gemelos aquí!” Como muestra de aparente gratitud hacia la madre, hizo traer un cesto para los bebés, algunas batitas y colchas de verdad, indudablemente sacadas del botín de “Canadá”. La misma Jeanette recibió un lujo inusitado: una sábana blanca. Un día después del doble nacimiento, un par de soldados de las SS entró en el hospital, preguntando: “¿Dónde están los gemelos?” Recogieron a las criaturas y se marcharon, dejando a la madre enloquecida de miedo. Todas las noches volvían los bebés, cada vez un poco peor después de haber pasado el día con Mengele. A las dos semanas murió uno; su hermano le siguió poco después. A continuación, la misma Jeanette fue seleccionada; moriría poco después.
A los niños gemelos que llegaban al KZ, el mismo Mengele los llevaba a su consultorio. Uno de ellos recordaría años después:
“Mengele se lavó las manos con alcohol y se sentó en una silla. Con un dispositivo a pilas, comenzó lentamente a inscribirme un número. Era paciente y minucioso. ‘Eres un niño pequeño. Cuando crezcas, algún día podrás decir que el doctor Josef Mengele te puso personalmente el número. Serás famoso. No te lo rasques”.
Mostraba un semblante benigno a la familia de los gemelos. Nadie se perturbó cuando propuso someter a los niños a algunas pruebas. Pensaron que sería algún tipo de estudio sobre su conducta. Los hermanos se encontraron tendidos en mesas contiguas, en el laboratorio. El chico sintió que se le hundía una aguja en la espalda. Le ardía todo el cuerpo; luchaba para no perder el sentido. También oyó a su hermana gimotear. “Lamento tener que hacer esto. El dolor pasará”, dijo Mengele; pero el dolor nunca pasó. Recibieron un número interminable de sondas e infusiones de sustancias que les atormentaban el cuerpo. Mengele extrajo de ellos una variedad de fluidos, los puso cabeza abajo durante horas enteras, los sumergió en un tanque de acero lleno de agua fría. Les dio dulces y después aplicó unas inyecciones horriblemente dolorosas.
Como regla, la muerte de un mellizo requería el fallecimiento del otro. Mengele no resistía la oportunidad de semejante fenómeno, afirmando:
“¿Dónde, en circunstancias normales, se pueden hallar hermanos gemelos que mueran en el mismo lugar y en el mismo instante? Los gemelos, como todo el mundo, se separan por las circunstancias variadas de la vida. Viven a buena distancia y casi nunca mueren simultáneamente. Uno puede morir a los diez años, el otro a los cincuenta. En tales condiciones, la disección comparativa es imposible”.
El campamento de los gitanos proporcionaba a Mengele otro de sus artículos favoritos: enanos. Quedó extasiado al descubrir una familia de diez miembros que incluía a siete enanos. “¡Ahora tengo veinte años de material para estudiar!", fue su exclamación, citada con frecuencia. Una enfermera estaba presente cuando Mengele fue a echar una mirada más minuciosa a esos diminutos seres que habían logrado llevar consigo sus sillas pequeñas y una mesa. Las mujeres se habían empolvado en honor al visitante. Todas alabaron efusivamente al hombre, a quien consideraban su benefactor. “Qué hermoso es, qué amable. Suerte la nuestra de tenerlo como protector. Qué bondad la suya, venir a ver si nos hace falta algo”. Todos se pusieron firmes cuando Mengele entró con su cortejo. Una de las enanas se adelantó un paso y se arrodilló para abrazarse a sus relucientes botas. “¡Usted es tan bueno, tan encantador! Dios debería recompensarlo”. Mengele sacudió la bota, arrojándola al suelo, y se dirigió a la madre de varios enanos, que era de tamaño normal. “Dígame cómo vivía con su pigmeo”, le espetó. La anciana se ruborizó, pero cuando se le ordenó hablar, sólo mencionó la carrera de su esposo en el circo. “No me hable de eso; quiero saber cómo dormía con él”. Al serle negados los detalles íntimos, Mengele abandonó el sitio de mal humor. Pocos días después se llevó a un niño de tres años, hijo de una enana, a su sala de exámenes. Al caer la noche, el niño estaba muerto. Uno de los enanos, engañado por los guardias, se deslizó entre los alambres que separaban los distintos sectores. Un soldado de las SS lo mató de un disparo. El médico no aceptaba una negativa; de un modo u otro, obtuvo su satisfacción. Los enanos supervivientes sufrieron el dolor y las humillaciones de las pruebas de Mengele. Los dentistas les arrancaron dientes sanos, los ayudantes les extrajeron sangre semanalmente. Cuando les hacía transfusiones de sangre, usaba a propósito tipos sanguíneos no correspondientes. Invadieron los vientres de las mujeres con medicamentos, exponiendo sus cuerpos a repetidas sesiones de rayos X. Como insulto final y muestra de degradación, se les obligó a hacer su número desnudos ante un público formado por el personal de las SS. Diez días después las tropas soviéticas llegaron a Auschwitz y liberaron a los prisioneros el 27 de Enero de 1945, y tras ocho meses de confinamiento y tortura, los Ovitz eran la única familia que había logrado salir de allí completa.
Familia de enanos
En cooperación con otros médicos, Mengele intentó también buscar un método eficaz de esterilización masiva; muchas de las víctimas fueron mujeres a las que se les inyectaba diversas sustancias en los ovarios, sucumbiendo muchas de ellas o quedándose estériles en otros casos. También se les exponía a altas dosis de rayos X. En otras ocasiones, realizaba experimentos sumergiendo en agua helada a internos fuertes para observar sus reacciones ante la hipotermia. También cooperó con su contraparte de la aviación, el médico Sigmund Rascher de la Luftwaffe para algunos experimentos. Rascher fue el equivalente de Mengele en el campo de la experimentación con humanos, pero con fines militares. Ambos sometieron a varias personas a cambios de presión extremos en cámaras despresurizadas; estos individuos perecían en medio de terribles convulsiones por excesiva presión intracraneana. Muchos se jalaban el cabello, se sacaban los ojos a sí mismos o se arrancaban trozos de carne de la cara, en un vano intento de aliviar la presión.
Hubo otros que capitalizaron las nuevas oportunidades para la investigación. El doctor Edmund Koenig, por ejemplo, se sintió impulsado a satisfacer su curiosidad sobre los efectos de las descargas eléctricas en los cerebros de jóvenes judíos de Auschwitz. Ernest Michel, prisionero del campamento en la primavera de 1943, había sido herido mientras trabajaba en el complejo de I.G. Farben. Como era estudiante de caligrafía, le habían asignado funciones de administrativo. Cierto día, él y un enfermero se presentaron para una misión especial, guiando a varias jóvenes desde los camiones a las barracas del hospital. Eran entre seis y ocho prisioneras, confusas, agitadas y temerosas con respecto a su futuro inmediato. Tan sólo hacía un día que habían llegado de Hungría. Michel habló con una de ellas, una hermosa adolescente que parecía dominarse a pesar de su aflicción. Michel y su compañero llevaron a las jóvenes a un cuarto del hospital. Allí estaba el célebre Josef Mengele, junto con Koenig. Una hora más tarde, Michel volvió en busca de las pacientes:
“En la sala donde se llevaban a cabo los ‘servicios médicos’, una de las mujeres estaba todavía conectada a una máquina eléctrica, posiblemente para la experimentación con electrochoque. Ya nos habían dado órdenes de tener preparada una camilla para sacar a las mujeres. Dos de ellas estaban muertas; una de ellas era la muchacha húngara. Dos, obviamente, habían caído en coma. Las otras respiraban con irregularidad y dificultad. Ninguna estaba consciente. Noté que las vivas aún tenían los dientes apretados y que les habían puesto en la boca pedazos de papel”.
Mengele también realizó experimentos con gitanos y judíos que tenían enfermedades hereditarias de enanismo, síndrome de Down, siameses y otras afecciones e incluso con mellizos, diseccionándolos vivos y sumergiendo luego sus cadáveres en una tina con un líquido que consumía las carnes, dejando libres los huesos. Los esqueletos eran enviados a Berlín como un macabro muestrario de la degeneración física de los judíos. En una ocasión, mientras hervía varios cadáveres en una tinaja para quitarle la carne a los huesos, varios prisioneros llegaron ante el recipiente, atraídos por el olor de la carne hervida, y se comieron trozos de los cadáveres para aliviar el hambre.
Los experimentos de Mengele en campo de concentracion de Auschwitz
Por aquel entonces, este campamento albergaba más de 140.000 prisioneros.
Nada más llegar al campo, el «Ángel de la muerte» consiguió hacerse famoso entre reclusos y soldados alemanes al solucionar de forma radical un problema que llevaba meses asolando Auschwitz: el tifus. «Unos días después de su llegada, cuando Auschwitz estaba en medio de la agonía de una de las muchas epidemias de tifus, Mengele se creó fama de ser eficaz de forma radical y despiadada», determinan Posner y Ware. Este sádico doctor decidió que, para detener la epidemia, debía enviar a las cámaras de gas a 1.600 gitanos y judíos (tanto hombres como mujeres y niños) que tuvieran cualquier síntoma de tifus. Algo que, según narran algunos supervivientes, hizo con total frialdad.
Sin embargo, esta no fue la única medida que llevó a cabo el «Ángel de la muerte». «Según la doctora Ella Lingens, una médico austríaca enviada a Auschwitz, envió a la cámara de gas a todo un barracón de judías, 600 mujeres, y lo hizo limpiar. Luego lo hizo desinfectar de arriba abajo. Después, puso bañeras entre este barracón y el siguiente, sacó a las mujeres del siguiente para que las desinfectaran y las envió al barracón limpio. Allí les dieron un camisón limpio y nuevo. El barracón siguiente se limpió de la misma manera. Fin del tifus. Lo triste es que no pudieran meter en ningún lado a las 600 primeras», explican Posner y Ware
Sus experimentos con gemelos
Después de que toda la información necesaria era recopilada, los gemelos eran asesinados con una inyección única de cloroformo aplicada directamente en el corazón. Se tomaban todas las precauciones para que los dos gemelos murieran al mismo tiempo. Los gemelos eran entonces diseccionados y sus órganos eran enviados a centros de investigación.
Médicos de la prisión relataron el destino de dos gemelos húngaros que arribaron a Auschwitz a finales de 1943. El Dr. Mengele se encontraba en el momento de la selección, como era su costumbre. El tren llegó en las primeras horas de la mañana. Se encontraron tres parejas de gemelos, que fueron conducidos al bloque del campo destinado a los experimentos. El Dr. Mengele ordenó que los gemelos húngaros fueran conducidos al cuarto de exámenes. Los gemelos de 18 años fueron descritos como "extremadamente atléticos y apuestos". Tenían mucho cabello y vello corporal y les fue permitido conservarlo por las primeras semanas. Los gemelos fueron bañados y conducidos desnudos de vuelta a la sala de exámenes. Estos comenzaron por la cabeza. Cada una de las partes de sus cabezas fue medida y examinadas. Estos estudios se llevaron días. Posteriormente fueron examinados masivamente por medio de rayos-X. La siguiente parte del examen consistió en la colocación de tubos metálicos introducidos por la fuerza en sus cavidades nasales hasta alcanzar sus pulmones. Después de alcanzar este objetivo, fueron ventilados con un gas que les causó accesos de tos tan severos que el uso del gas tuvo que ser suspendido. El esputo de sus pulmones fue recolectado y sometido a diversos estudios.
Después de que las fotografías fueron terminadas, fueron despertados muy temprano una mañana, y conducidos a un cuarto con varias mesas y una tina de agua caliente. Fueron obligados a permanecer en la tina hasta que se desmayaron a causa del creciente calor. Después fueron sujetados a las mesas en donde su cabello fue depilado, observando especial cuidado en mantener intacta la raíz. La misma operación se repitió varias veces hasta que se recolectó la cantidad suficiente de cabello. Después de esto, fueron totalmente depilados y despojados de todo rastro de cabello y vello corporal. Los gemelos fueron entonces extensamente fotografiados de nuevo sin cabello.
En otra ocasión, los gemelos recibieron dos litros de una solución no determinada para ser usada como un enema, lo cual les causó un gran dolor. En diferentes días, los gemelos fueron sujetados en una mesa de exploraciones y sus rectos fueron prolapsados por la fuerza, con el propósito de realizar una extensiva revisión del tracto gastrointestinal inferior. Este procedimiento fue realizado sin usar ninguna clase de anestesia. Los gritos de los jóvenes eran tan fuertes, que el Dr. Mengele ordenó que fueran amordazados. El siguiente día fueron sometidos a una dolorosa y humillante revisión urológica, en la que fueron obtenidas muestras titulares de los riñones, próstatas y testículos. Varias muestras de semen fueron obtenidas por medio de la fuerza en el curso de dos días.
«En otra ocasión infectó a gemelos judíos y húngaros con bacterias de fiebre tifoidea y les extrajo sangre en varias etapas siguiendo el curso de la enfermedad hasta su muerte. Pretendía comprobar en ellos las similitudes anatómicas y sus reacciones a determinados experimentos. Tras ello, los diseccionaba», añade el experto.
Sin embargo, sus experimentos todavía podían llegar a ser más inhumanos, sobre todo los que realizaba en bebés (sus sujetos favoritos de estudio). «El culmen de su depravación llegó en el momento en que pretendió "crear" siameses: escogió a dos niños gemelos de cuatro años -uno de ellos jorobado-, que respondían al nombre de Guido y Nino. Cuando fueron devueltos a los barracones dos días después, estaban cosidos por la espalda hasta las muñecas, unidos incluso por las venas. La gangrena se había apoderado de sus cuerpos y el olor (…) era insoportable», señala el experto.
Experimentos de congelamiento
Los experimentos de congelación e hipotermia fueron conducidos por el alto mando del partido Nazi. Los experimentos fueron realizados en seres humanos y tuvieron el objetivo de simular las condiciones que las tropas alemanas experimentaban en el frente del Este. Los soldados alemanes estaban mal preparados para las condiciones climatológicas que estaban experimentando en el campo de batalla. De esta forma, miles de ellos morían por los efectos del congelamiento o eran inhabilitados para el combate a causa de las heridas que les causaba el frío.
Los experimentos fueron conducidos bajo la supervisión del Dr. Sigmund Rascher en los campos de concentración de Birkenau, Dachau y Aushcwitz. El Dr. Rascher reportaba sus resultados directamente a Himmler, el Comandante en Jefe de las tristemente célebres SS. El Dr. Rascher publicó posteriormente los resultados de sus experimentos sobre la congelación en una conferencia médica celebrada en 1942, titulada "Los problemas médicos derivados del mar y del invierno."
Los experimentos sobre la congelación estuvieron divididos en dos partes. En primer lugar, buscaban establecer cuanto tiempo se necesitaba para descender la temperatura corporal a un grado suficiente para causar la muerte. En segundo lugar, analizaba las formas más eficientes para resucitar a la víctima de congelamiento.
Los dos métodos principales utilizados para enfriar a la víctima, fueron colocar a la persona en una tina de agua helada, o el exponer a la víctima desnuda a temperaturas bajo cero en la intemperie.
El método de la tina de agua helada probó ser la manera más rápida para hacer descender la temperatura corporal. La selección de los sujetos fue hecha entre judíos y rusos jóvenes. A manera de preparación para el experimento, eran desnudados. Posteriormente les era introducido un termómetro por vía rectal, el cual sería usado para registrar los descensos de temperatura durante la prueba. Este termómetro era fijado en su lugar por medio de un anillo expandible de metal que era ajustado para abrirse dentro del recto. La víctima era colocada entonces en la tina de agua helada y comenzaba a congelarse. Se sabe que la mayor parte de las víctimas perdían la conciencia y finalmente morían cuando la temperatura corporal descendía hasta los 25 °C.
Dos hombres rusos fueron observados por un médico del campo de Birkenau. Los dos eran hombres muy fuertes, y el médico de las SS quedó impresionado por el tiempo que los rusos podían soportar el frío antes de perder la conciencia. El médico que observó esto, le pidió al director del experimento que sacará a los dos hombres del tanque. El director no lo permitió, y en su lugar hizo que aumentaran la temperatura unos cuantos grados para prolongar el dolor de las víctimas. Los dos murieron después de una dolorosa y prolongada estancia en el tanque.
La segunda forma para congelar a una víctima consistía en atarla desnuda en un poste y dejarla en la intemperie. Los extremos inviernos de Auschwitz lo convirtieron en la locación natural para llevar a cabo estos experimentos.
La resucitación y los experimentos de calentamiento fueron igual de crueles y dolorosos que los experimentos de congelamiento.
Experimentos de las lamparas solares
Experimento de la Irrigacion interna
La víctima congelada era sometida a un tratamiento de reanimación que consistía en introducir en el estómago, vesícula biliar e intestinos del paciente, agua calentada hasta límites cercanos al punto de ebullición. Al parecer, todas las víctimas sometidas a este "tratamiento" murieron a causa de este.
Experimentos de los baños calientes
La persona era colocada en agua caliente y la temperatura era incrementada lentamente. Este método probó ser el más útil para la reanimación de las víctimas. De cualquier manera, muchos sujetos murieron debido al shock provocado por un calentamiento demasiado rápido.
Experimentos del congelamiento por medio del calor corporal
Heinrich Himmler sugirió al Dr. Rascher el uso de mujeres para calentar a los hombres congelados. El sugirió el que la víctima y una mujer copularan. Este experimento ocurrió con cierto grado de éxito. De cualquier forma, no fue tan exitoso como el método del baño caliente.
Experimentos geneticos
El logro de la purificación de la Raza Nórdica o Aria era la meta más importante de los Nazis. Los hombres de cabello rubio y ojos azules estaban supuestamente destinados a ser la única raza. Los negros, latinoamericanos, judíos, gitanos y homosexuales, así como cualquier otra persona que no encajara en los requerimientos raciales debían ser excluidos de la sociedad futura por medio del genocidio. Hitler y el Alto Mando alemán elaboraron una lista de reglas que los Nazis debían observar. Las nuevas reglas obligaban a que todos los oficiales de las SS se sometieran a exámenes médicos antes de contraer matrimonio, con el objeto de garantizar su pureza racial. Las reglas para el matrimonio eran increíblemente complejas. Miles de solicitudes matrimoniales fueron rechazadas. Si estas reglas eran quebrantadas, esto podía conducir a la pena de muerte.
El Dr. Sigmund Rascher y su esposa pudieron comprobar por sí mismos lo que le ocurría a aquellos que no siguieran las reglas matrimoniales del régimen Nazi. La esposa de Rascher era estéril. Ellos no estaban ilegalmente casados, pero adoptaron un par de niños. Fueron investigados posteriormente por la GESTAPO y ejecutados por el crimen.
Tan pronto como el Partido Nazi llegó al poder, los grupos científicos fueron presionados para realizar investigación acerca de la pureza de la raza y los experimentos comenzaron. En primer lugar, el Partido necesitaba que la Propaganda probara que todas las demás razas eran inferiores. Se realizaron diversos estudios antropométricos en los cuales se hicieron análisis de sangre y medidas de cráneos, ojos y narices. Por medio de pruebas de este tipo, es como se determinó que los gitanos tenían un tipo diferente de sangre que los inclinaba hacia conductas criminales. "Hallazgos" similares fueron descritos en todas las demás razas, excepto en la raza de los propios Nazis.
Se realizaron cientos de experimentos genéticos después de que las actividades en los campos de concentración comenzaran. Los experimentos se dividieron en dos grandes grupos. Por un lado se buscaban métodos para refinar la raza, y por otro, determinar la causa de los defectos genéticos que se observaban.
Experimentacion sobre las grandes alturas
En los inicios de 1942, varios prisioneros del campo de concentración de Dachau fueron torturados con el objeto de que la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) pudiera averiguar la capacidad del cuerpo humano para adaptarse y sobrevivir a las grandes altitudes. Una cámara de baja presión fue usada para simular las condiciones atmosféricas de una altitud de más de 68,000 pies. Los sujetos fueron obligados a entrar en la cámara y las reacciones de sus organismos fueron estudiadas.
Experimentacion sobre la Malaria
Desde febrero de 1942 hasta Abril de 1945, numerosos experimentos fueron realizados en el campo de concentración de Dachau con el objetivo de investigar la inmunización en el tratamiento de la Malaria. Varios reclusos en buen estado de salud, fueron infectados por mosquitos o por la inyección de extractos de las glándulas mucosas de los mosquitos. Después de haber contraído Malaria, los sujetos fueron probados con diversas drogas para probar su eficacia. En estos experimentos se utilizaron más de mil sujetos no voluntarios, la mayor parte de los cuales murieron.
Experimentos con el Gas mostaza
En varias ocasiones, entre Septiembre de 1939 y Abril de 1945, se realizaron experimentos en los campos de Sachsenhausen y Natzweiler, con el fin de investigar el tratamiento más efectivo para tratar las heridas causadas por el gas LOST, un veneno popularmente conocido como "gas mostaza". Las heridas eran infligidas a los sujetos por los médicos conductores del experimento. Algunos de ellos murieron como resultado de la exposición al veneno.
Experimentos con la Sulfonamida
Experimentos sobre la regeneracion de huesos , musculos y nervios
Experimentos con agua de mar
Desde Julio de 1944 hasta Septiembre de 1944, se realizaron experimentos en el campo de Dachau con el objeto de probar varios métodos para potabilizar el agua de mar. Algunos de los sujetos participantes fueron privados de toda comida y les fue suministrada únicamente agua de mar químicamente procesada.
Experimentos sobre las Hepatitis
Desde Junio de 1943 hasta enero de 1945, se realizaron experimentos en los campos de Sachsenhausen and Natzweiler para investigar las causas de la hepatitis epidémica así como el uso de inoculaciones para su tratamiento. Los sujetos experimentales fueron deliberadamente infectados, y algunos murieron a consecuencia de los experimentos.
Experimentos sobre Esterilizacion
Los experimentos se realizaron desde marzo de 1941 hasta enero de 1945 en los campos de Auschwitz y de Ravensbrück. El propósito de estos experimentos era el desarrollar un método que fuera capaz de esterilizar a millones de personas en la mínima cantidad de tiempo y con el mínimo esfuerzo. Estos experimentos fueron conducidos utilizando procedimientos quirúrgicos, rayos X y varios tipos de drogas. Miles de víctimas fueron esterilizadas (Independientemente de su experimentación al respecto, el gobierno Nazi esterilizó a alrededor de 400,000 personas como parte de sus métodos de salubridad y control)
Experimentos sobre el Tifo
Experimentos con veneno
Entre Diciembre de 1943 y Octubre de 1944 se realizaron experimentos en el campo de Buchenwald para investigar los efectos de varios tipos de venenos en los seres humanos. Los venenos fueron administrados secretamente a los sujetos experimentales en su ración de comida. Las víctimas morían a causa del veneno o eran asesinadas inmediatamente para permitir la realización de autopsias. Alrededor de Septiembre de 1944, algunos sujetos experimentales recibieron los impactos de balas envenenadas y fueron sometidos a tortura.
Experimentos con bombas incendiarias
Desde Noviembre de 1943 hasta Enero de 1944, fueron realizados experimentos en el campo de concentración de Buchenwald para probar el efecto de varias preparaciones farmacológicas en las quemaduras de fósforo. Estas quemaduras eran infligidas en los sujetos experimentales con material de fósforo extraído de bombas incendiarias.
Otra de sus líneas de investigación fue el virus etno-específico. Mengele llegó a tener una colección particular de condenados especialmente escogidos para servir en sus ensayos; el trato recibido era aún peor que el de los condenados a las cámaras de gas. El doctor Horst Schumann, principal figura en el programa de eutanasia, propuso bombardear a los hombres judíos y de otras razas con altas dosis de rayos X, lo cual aniquilaría la capacidad de producir esperma vivo. Viktor Brack, administrador en jefe de la cancillería de Hitler, lo patrocinaba. Brack advirtió a Himmler que una sola instalación de rayos X podía esterilizar entre ciento cincuenta y trescientas personas al día. Con veinte máquinas semejantes en un lugar, una línea de montaje podía eliminar la potencia reproductiva de tres mil a cuatro mil hombres al día. Los artefactos debían estar ocultos para que los rayos X atacaran silenciosamente al hombre mientras él completaba algunos documentos sentado en un escritorio. En la práctica, las máquinas provocaban quemaduras horribles. Los médicos internos que cubrían las guardias encargadas de atender a los especimenes de prueba vieron a víctimas con grotescas decoloraciones en los genitales. Josef Mengele participó en esas pruebas de rayos X, pero centró sus experimentos en las mujeres, usando a un grupo de monjas polacas.
Un método alterno para la esterilización era la castración quirúrgica. El interés asignado a la velocidad hacía que las operaciones para extirpar testículos fueran competencias cronometradas. Los nazis hallaron a varios médicos prisioneros dispuestos a cooperar. Wladislaw Dehring, el polaco que trabajaba bajo la dirección de Horst Schumann, blandió el bisturí por cuenta de sus captores. De hecho, Dehring se enorgullecía de su técnica veloz, demostrando que la castración se podía cumplir en diez minutos, utilizando anestesia local. También ahorraba tiempo al no esterilizar sus instrumentos ni lavarse las manos después de cada operación. Al principio, los hombres llevados a la sala de operaciones no se daban cuenta de lo que les esperaba. Más adelante, al propagarse la noticia, muchos se arrojaban contra la cerca electrificada antes de someterse a las cirugías.
Josef Mengele (al centro)con otros oficiales de Auschwitz
Un prisionero soviético que se escapó de un grupo designado para la castración, contó a Sim Kessel, un judío francés, que había sido llevado con otros diez o doce hombres a la “sección de biología experimental”, dirigida por Josef Mengele. El ruso oyó gritos atormentados de dolor y escapó saltando por una ventana. Sus compañeros habían sido emasculados sin anestesia. Mengele también hizo irradiar a algunas mujeres, dejándolas estériles. OIga Lengyel atendió a jóvenes que tenían grotescas quemaduras en la zona genital. Dehring también ayudaba a los hombres de las SS extirpando los ovarios dañados para su inspección con el microscopio.
Ante los divertidos soldados de las SS, las candidatas fueron desvestidas a la fuerza; se les afeitó la cabeza y el vello púbico. “Se les untó el cuerpo con una crema grasienta antiparasitaria”, dijo la doctora Karel Sperber, médica interna. Los espectadores bromeaban mientras embadurnaban los órganos genitales con el ungüento. El equipo de Clauberg extirpó ovarios, inseminó artificialmente a algunas mujeres y luego retiró los órganos reproductivos; hasta trasplantó células cancerígenas en los úteros, antes de cortarlos un mes después para determinar los resultados. Clauberg y un colaborador, el doctor Kaufffman, satisfaciendo sus apetitos lascivos, encerraron a un hombre castrado, desnudo, en una habitación, con una mujer igualmente desvestida. Luego, los científicos espiaron por un vidrio, en aras de la ciencia y del conocimiento.
Empresas privadas en el banquillo de los acusados al finalizar la guerra
Mengele se incluyó en el grupo que buscaba un medio simple y químico de esterilización en masa. Entre aquellas con quienes practicaba estaba Magda Bass:
“Fui elegida, con otras mujeres, para recibir inyecciones en la boca y los labios. Allí estaba Mengele, observándonos. Algunos días después, a la mayoría se le hinchó la cabeza. Todas ellas desaparecieron. Yo tuve suerte, pues a mí no se me hinchó. Poco después me llevaron al mismo lugar con más mujeres. En esa oportunidad recibimos inyecciones bajo el brazo. Mengele, de nuevo, nos observaba. Al noventa por ciento de las inyectadas, aproximadamente, se les hincharon las piernas y los pies. También ellas desaparecieron. Más adelante, cuando vine, por fin, a Estados Unidos, quise concebir un hijo, pero no pude. Los médicos de la Clínica Mayo me han dicho que tal vez haya quedado estéril por lo que me aplicaron”.
victima de experimentos
El Sonderkommando Filip Müller estaba encargado de eliminar los restos de la investigación realizada por Mengele y sus colegas:
“Algunos de los cadáveres eran horribles a la vista. Con frecuencia habían sido desmembrados o sometidos a disección. Muchos eran de hombres y mujeres jóvenes que tenían quemaduras extrañas y heridas infectadas en los testículos o en las partes inferiores del cuerpo, cuando no abscesos en el vientre y en los muslos. Otros tenían un tinte azul rosado o caras purpúreas, con la mandíbula apretada”.
El empleo de cobayas humanos en tales experimentos se justificaba en aras del perfeccionamiento de la terapia o de la purificación de la raza. Se prometían métodos nuevos para tratar el cáncer de estómago, curas para dolencias de los órganos reproductivos y medicamentos para controlar las enfermedades contagiosas. Y los médicos de las SS no se mostraban tímidos en sus informes a los colegas. Según Leo Alexander, desde 1942, “esos experimentos llevados a cabo en los campos de concentración se presentaban públicamente en las reuniones médicas”. Sigmund Rascher llegó a usar la frase “experimentos humanos terminales”. No hubo protestas audibles entre los médicos reunidos al oír esa confesa corrupción del juramento hipocrático. En mayo de 1943, el doctor Ferdinand Sauerbruch, patrocinador de Mengele, escuchó una conferencia en la Academia Médica Militar, en la cual Karl Gebhardt y el doctor Fritz Fischer, su ayudante, disertaron sobre sus experimentos con gangrena gaseosa en prisioneros.
Un oficial de la SS describió así a Mengele:
“Estaba obsesionado por la creencia de que había sido elegido para descubrir la causa de los nacimientos múltiples y de muchas otras enfermedades y anormalidades, allí, entre aquellas paredes manchadas de sangre, donde permanecía sentado durante horas enteras, encorvado sobre sus microscopios. Era una imagen que deja muchas puertas abiertas”.
El pasaporte falso de Josef Mengele
En 1944, Mengele deseaba un cambio: aunque estaba orgulloso de sus experimentos, pretendió ascender en el escalafón de las Waffen SS haciéndose evaluar por un inspector. El informe emitido por un coronel SS destacaba la personalidad, profesionalidad y celo del deber de Mengele, que lo ameritaban para un ascenso y un nuevo puesto. Sin embargo, por motivos desconocidos nunca se le reasignó desde Auschwitz-Birkenau.
Mengele hizo en una ocasión cargar un vagón de tren con unos cajones que los internos notaron "demasiado pesados para su volumen". Los cajones iban dirigidos a Günzburg y algunos internos dedujeron correctamente que los cajones contenían lingotes de oro, provenientes de las extracciones dentales de las víctimas del campo. Éste fue uno de los primeros indicios de que Mengele había presentido el fin de la Alemania Nazi.
Los titulares sobre la liberacion de Auschiwitz
El 26 de noviembre de 1944, Richard Baer, comandante de Auschwitz-Birkenau, recibió el extraño comunicado de desmantelar la instalación, decayendo el ritmo de exterminio del campo. La orden provenía directamente de Heinrich Himmler (quien después se suicidaría) y a muchos les causó sorpresa la situación.
Veintitrés días atrás, Mengele se había parado en la rampa de selección y había enviado su última redada a las cámaras. Para él la orden no causó extrañeza, pues suponía que Alemania perdía la guerra. Mengele abandonó de forma encubierta el campo el 17 de enero de 1945; diez días después, los rusos llegaron a liberar a los pocos que quedaban.
Durante los juicios de Nuremberg nunca se mencionó a Josef Mengele como genocida. Se han trazado muchas conjeturas sobre la huida de Mengele, en una incluso se le atribuye la ayuda de una muchacha judía, quien estaba enamorada de él desde Auschwitz, para su escape. Escapa gracias a la Operación Paperclip. Tras esconderse algún tiempo en Günzburg y luego en Baviera, Mengele partió hacia América del Sur, concretamente hacia Paraguay en 1949, donde muchos otros oficiales nazis huidos y ayudados por la organización ilegal ODESSA habían llegado y encontrado refugio. Irene no siguió los pasos de su marido y terminaron separándose.
Mengele en Argentina
Josef Mengele se divorció por correspondencia de su esposa Irene; la carta la llevaba su padre, Karl, quien lo visitó en Argentina. Como su nombre no estaba mencionado en la prensa y al parecer la cacería de nazis a él no lo alcanzaría, se juzgó libre de sospecha y audazmente volvió a tomar su nombre original, se inscribió como tal en la guía telefónica de Buenos Aires e incluso viajó a Suiza a visitar a su hijo Rolph en 1956, sin que nadie siquiera sospechara de él y su pasado.
En 1958 se casó en Argentina con Martha, la mujer de su hermano Karl, que había fallecido en 1949. Ella y su hijo se mudaron a Argentina para reunirse con Mengele, aunque ambos regresaron a Europa años después. Su familia en Alemania le respaldaba económicamente y prosperó en los cincuenta, primero montando una tienda de juguetes y después como socio de una empresa farmacéutica, la Fadro Farm.
El acta de divorcio entre Irene y Josef Mengele fue encontrada por el cazador de nazis, el judío Simon Wiesenthal, y dio luces a la dirigencia judía de que Mengele estaba vivo y además en Argentina. Se enviaron los datos para ser corroborados por colaboradores en Argentina y se pidió la extradición por parte del gobierno de Bonn, la cual fue rechazada por el gobierno argentino, aduciendo que Mengele no vivía en dicha dirección. Mengele fue advertido de esta situación y se escapó de Buenos Aires.
Una de las personas que advirtieron a Mengele era Hans-Ulrich Rudel, el célebre piloto, quien era cliente de la compañía de Mengele. A Rudel sus buenas relaciones con el gobierno de Paraguay le habían permitido tener amistad con el dictador Stroessner, presidente de esa nación, y así se permitió aceptar a Mengele en ese país.
Sin embargo, a partir de entonces Mengele vivió de manera modesta. Los socios de su compañía lo exoneraron de sus funciones y lo despidieron. A pesar de los esfuerzos internacionales en rastrearle, jamás fue detenido y vivió impunemente durante treinta y cinco años bajo diversas identidades falsas.
La captura y secuestro ilegal de Adolf Eichmann, juzgado y ejecutado en Israel pese a ser ya un anciano, alimentó los miedos de Mengele y sus continuos movimientos. También la desacreditación pública de Kurt Waldheim, quien llegó a ser Secretario General de la Organización de Naciones Unidas.
El Mossad persiguió a Mengele durante algún tiempo, pero los esfuerzos de Israel se dirigieron hacia la normalización de las relaciones con Paraguay y a la lucha contra enemigos más cercanos. Increíblemente, ni el Mossad ni Wiesenthal lograron ubicarlo a pesar de que su hijo Rolf pudo visitarlo un par de veces e intercambiar correspondencia.
En 1959 vivió en Paraguay en forma muy modesta como inquilino de una familia alemana. Los costos de manutención eran pagados por la empresa Mengele en Alemania hasta 1960; sin embargo, debido a ciertos conflictos de faldas, de carácter y principalmente a la persecución que se ejercía sobre el ex nazi Klaus Barbie (conocido como “El Carnicero de Lyon”), los miedos alimentaron la paranoia persecutoria de Mengele.
Mujeres de Nazis en el banquillo de los acusados
En 1958 se casó en Argentina con Martha, la mujer de su hermano Karl, que había fallecido en 1949. Ella y su hijo se mudaron a Argentina para reunirse con Mengele, aunque ambos regresaron a Europa años después. Su familia en Alemania le respaldaba económicamente y prosperó en los cincuenta, primero montando una tienda de juguetes y después como socio de una empresa farmacéutica, la Fadro Farm.
Retrato de Josef Mengele en Argentina
El acta de divorcio entre Irene y Josef Mengele fue encontrada por el cazador de nazis, el judío Simon Wiesenthal, y dio luces a la dirigencia judía de que Mengele estaba vivo y además en Argentina. Se enviaron los datos para ser corroborados por colaboradores en Argentina y se pidió la extradición por parte del gobierno de Bonn, la cual fue rechazada por el gobierno argentino, aduciendo que Mengele no vivía en dicha dirección. Mengele fue advertido de esta situación y se escapó de Buenos Aires.
Una de las personas que advirtieron a Mengele era Hans-Ulrich Rudel, el célebre piloto, quien era cliente de la compañía de Mengele. A Rudel sus buenas relaciones con el gobierno de Paraguay le habían permitido tener amistad con el dictador Stroessner, presidente de esa nación, y así se permitió aceptar a Mengele en ese país.
Retratos de Josef Mengele en Paraguay
Sin embargo, a partir de entonces Mengele vivió de manera modesta. Los socios de su compañía lo exoneraron de sus funciones y lo despidieron. A pesar de los esfuerzos internacionales en rastrearle, jamás fue detenido y vivió impunemente durante treinta y cinco años bajo diversas identidades falsas.
La captura y secuestro ilegal de Adolf Eichmann, juzgado y ejecutado en Israel pese a ser ya un anciano, alimentó los miedos de Mengele y sus continuos movimientos. También la desacreditación pública de Kurt Waldheim, quien llegó a ser Secretario General de la Organización de Naciones Unidas.
Letrero de "se busca" ofreciendo recompensa por Mengele
Casa de Josefe Mengele en Hohenau, Itapúa, Paraguay. Foto tomada 08 2007
La caceria de Klaus Barbie
Mengele en Brasil
Se trasladó a Brasil para vivir bajo el alero de otra familia de origen alemán, también subvencionada por la compañía Mengele, esta vez bajo el nombre de Pedro Gerhard. Luego se independizó y trasladó a una favela, viviendo en una modestísima cabaña. Cuando alguna persona muy cercana le interrogaba sobre su infausto pasado, solía decir que él se limitaba a seleccionar sólo a personas aptas para el trabajo y que no mató a nadie.
Pero al perecer Mengele habria cumplido su sueño en Brasil
Una alta tasa de nacimientos de gemelos en Linha Sao Pedro, Brasil, se ha atribuido a la intromisión genética médico nazi Josef Mengele.
el notoriamente infame médico de los campos de concentración nazi, podría haber tenido éxito en su objetivo de crear una “raza maestra” de cabello rubio y ojos azules.
Un historiador dice tener pruebas de que los horrendos experimentos de Mengele en hermanos gemelos pueden no haber terminado en Auschwitz, y que sus esfuerzos para crear una raza aria pura continuaron y al parecer tuvieron éxito en América del Sur.
En el interior de Brasil hay un pequeño pueblo. En una comunidad de unas ochenta familias en un área de dos kilómetros cuadrados, se dice que hay treinta y ocho pares de hermanos gemelos, todos rubios y de ojos azules. Se rumorea que en la década de 1960, un médico alemán viajaba de una granja a la otra tratando pacientes. Se habla de un hombre con un laboratorio móvil que tomaba muestras de sangre y llevaba a cabo experimentos con las mujeres del pueblo. Experimentos, dicen algunos lugareños, que incluían inyecciones, pastillas, nuevos tipos de drogas y hasta inseminación artificial. Los primeros mellizos nacieron en 1963, el año en que tuvieron los primeros reportes de su presencia.
el notoriamente infame médico de los campos de concentración nazi, podría haber tenido éxito en su objetivo de crear una “raza maestra” de cabello rubio y ojos azules.
Un historiador dice tener pruebas de que los horrendos experimentos de Mengele en hermanos gemelos pueden no haber terminado en Auschwitz, y que sus esfuerzos para crear una raza aria pura continuaron y al parecer tuvieron éxito en América del Sur.
En el interior de Brasil hay un pequeño pueblo. En una comunidad de unas ochenta familias en un área de dos kilómetros cuadrados, se dice que hay treinta y ocho pares de hermanos gemelos, todos rubios y de ojos azules. Se rumorea que en la década de 1960, un médico alemán viajaba de una granja a la otra tratando pacientes. Se habla de un hombre con un laboratorio móvil que tomaba muestras de sangre y llevaba a cabo experimentos con las mujeres del pueblo. Experimentos, dicen algunos lugareños, que incluían inyecciones, pastillas, nuevos tipos de drogas y hasta inseminación artificial. Los primeros mellizos nacieron en 1963, el año en que tuvieron los primeros reportes de su presencia.
Mientras que en todos los países la tasa de mellizos típica es de un caso en 80 embarazos, en Candido Godoi las cifras no dejan dudas : hay un caso de mellizos cada 5 embarazos
Los supuestos gemelos de Mengele en el pueblo de Candido Godoi
Retratos de Mengele de Josef Mengele en Brasil, bajo la identidad de "Pedro Gerhard"
Muerte polémica
En 1979, su estado de salud estaba en franco deterioro y la familia alemana que lo asistía lo invitó a refrescarse en una playa de pendiente muy suave, Bertioga, y Mengele accedió. Cuando algunos miembros se introdujeron en la playa, Mengele les siguió hasta alcanzar una distancia de cien metros y escasa profundidad. Por motivos poco claros, Mengele se ahogó, a pesar de que uno de sus amigos llegó pronto a darle auxilio. Se especuló que había sido un calambre, un ataque cardíaco, mareo, hasta una probable muerte provocada. La versión oficial es que se golpeó con un madero mientras nadaba. Pero Mengele no sabía nadar.
El esqueleto de Josef Mengele
Fue enterrado en un cementerio en Embu con un nombre falso, Wolfang Gerdhard, con la asistencia de su hijo Rolf. Ningún miembro más de su familia asistió. En 1985 se le realizó en Yad Vashem un juicio público en ausencia. Ese mismo año, sus restos fueron exhumados e identificados en medio de una mediática presión de Israel, Estados Unidos, Simon Wiesenthal y otros grupos antinazis. La identificación de los restos resultó satisfactoria para quienes lo buscaban. El defecto dental (diastema) que poseía Mengele en los dientes superiores frontales fue comprobado, además de coincidir en edad y estatura. En 1992, los análisis de ADN confirmaron finalmente su identidad.
Videos Relacionados:
Josef Mengele
-Biografia en Español-
Experimentos de Josef Mengele
-En español-
Josef Mengele
-En español-
Documental (en español)
Los gemelos de Mengele
El holocausto nunca paso, hasta las fotos truchas que posteaste lo comprueban, todas las intervenciones medicas se dan en gente que no tenia problemas de desnutrición, el resto de los desnutridos no tienen aspecto judío, no solo eso , al cruz roja tenia acceso a los campos, en los que se juntaron a varios judíos para deportaros a Madagascar, habían hospitales y médicos que los cuidaban bajo la supervision de la cruz roja, al final de la guerra, dicha institución publico un informe final que muestra que solo 300.000 judíos murieron en la guerra victimas de una epidemia de tifus que azoto Alemania. No solo eso, si no que no habían 6 millones de judíos en los territorios que ocupo el tercer reich, si no que en los censos demográficos publicados por la comunidad judía en ningún momento se produce un declive de 6 millones en la población total, es mas esta mantiene su crecimiento normal durante y después de la guerra. Así como esto hay millones de datos que comprueban la mentira del holocausto, mentira que a los judíos utilizaron para obtener las tierras de israel, un país que hoy en día masacra palestinos y es una potencia nuclear que posee armas químicas y biológicas.
ResponderEliminarDe mas esta decir que los judíos controlan todos los medios de comunicación y lo bancos del mundo, por lo que todo político en el planeta trabaja para ellos.
la puta madre que te remilpario!! Donde carajo estas para cagarte a trompadas???
EliminarDr. Mengele????? Es usted??
ResponderEliminarMe parece irreal que te atrevas a negar algo así, que pases por alto el testimonio de tantos presos y dejes impune un régimen inhumano que demostró la barbarie nazi
ResponderEliminarIncreíble que exista gente a favor de estos genocidas..
ResponderEliminarQue cosas dices claro que a los que mengele les practico intervenciones medicas no tenian desnutricion ya que el los mantenia aparte con otro trato y privilejios que los demas no gozaban, solo para hacerle sus estudios acientificos, inclusive le daba dulces y azucar a los niños judios se hacia llamar (el tio mengele) entre los niños para ganar su cariño para poder hacerle lo que le venia en gana todo un bastardo de ser humano y mas increible que alguien en este siglo lo defienda se nota que eres otro anticemita
ResponderEliminarCuanta ignorancia suelta, el único que va por buen camino es el anónimo de las 9:39, todos los demás o no habéis abierto un libro en vuestra vida u os tragáis toda la basura propagandística de los medios, buscar información u os lo tienen que dar todo masticado y falseado para aceptar vuestro propio criterio, a raíz de información real, Vaya como os han timado con el timo del holocausto y seguís defendiendo algo que ni os habéis parado a pensar y analizar, a parte de que hay historiadores y antiguos testimonios en los relatan las falsedades para engañar a gente sin criterio y poder sacar a palestina de sus tierras y meter a sus sionistas disfrazados de judíos en la tierra que paradojicamente no es de nadie, ooo acaso sois inmortales?
ResponderEliminarNo es antisemitismo es anti sionismo y si no diferenciáis estos dos conceptos como vais a diferenciar entre el blanco y el gris.
Menuda panda de bobos que hay en este mundillo tan perfecto para unos y patético para otros.
Saludos salva truchas e informaros antes de hacer el ridículo opinando, que el twitter y el facebook solo ha hecho que dar la oportunidad a los ignorantes de creerse sus propias gilipolleces y aun mas captar a mas ignorantes para regocijarse de su propia ignorancia creciéndose mas o mejor que los demás...
Pues ahí va, por mucho mejor que os creáis mejor que los demás vais a seguir siendo la misma mierda d humanos que destrozan este bonito planeta.