Los norteamericanos abandonaron estos coches después de la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente otros vehículos, entre los años 50 y 70 del pasado siglo, fueron dejándose en estos terrenos cercanos al pueblo de Chatillon (Bélgica).
La naturaleza han ido encargándose poco a poco de recuperar el espacio que le pertenece y a día de hoy los coches casi han sido engullidos por las plantas.
En estas inquietantes fotografías puede observarse el trabajo lento y constante del bosque durante los últimos decenios.
Conforme fue pasando el tiempo muchas de estas bases militares norteamericanas se fueron desmantelando y los soldados regresaron a casa.
El regreso lo hacían en barco y en él los militares se llevaban todas su pertenencias y enseres, sin embargo el costo de embarcar todos estos coches y trasladarlos hasta Estados Unidos, eran cerca de 500 coches, resultaba excesivo. Al no hacerse cargo el ejercito del traslado, los oficiales dejaron sus coches en tierra para, posteriormente, hacerse cargo de ellos y pagar su traslado. Sin embargo ni uno sólo fue reclamado. Se quedaron esperando sin que nadie los reclamara.
En principio los coches fueron aparcados en una explanada próxima a la base militar, pero con el paso del tiempo se decidió trasladarlos a un bosque cercano a la localidad de Chatillon, dónde permanecieron ocultos y olvidados años y años.
Como resultado, numerosos curiosos y coleccionistas de piezas antiguas invadieron el bosque, llevándose todo tipo de objetos de los coches: matrículas, logotipos, faros, radios, etc.
Además, el dueño del lugar tuvo que limpiar rápidamente el lugar. Una multa de 250€ diarios por contaminar el lugar hicieron que se diese prisa.
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