Curanderismo y cirugias magicas
Dice González Quevedo, residente en Brasil y conocedor de las sectas y sus ritos, en su libro El poder de la mente en la curación y la enfermedad (Asunción, Paraguay, Intercontinental 1992, pág. 129): "La Umbanda brasileña (secta brasileña) 'oficializó' el trasplante, como oficializó tantas otras supersticiones. Así por ejemplo, el ritual de 'cambio de cabeza': las enfermedades de una persona se trasladarían a otra por medio de un objeto 'impregnado'.
"La operación consiste en concentrar, por medio de encantamientos, en un objeto cualquiera perteneciente al enfermo, una prenda de vestir por ejemplo, los males que lo atormentan. Ese objeto, debe ser encerrado en una envoltura llamativa y ser abandonado en algún lugar transitado a fin de que llame la atención de las personas. Si es tocado por un curioso, éste atraerá sobre sí los males allí encerrados, mientras que en ese mismo instante el dueño del objeto quedará liberado de ellos". (Según A. Alcántara: Umbanda em julgamento, Río de Janeiro 1949, pág. 141)
"Este ritual es común. Hemos coleccionado para el museo del Centro Latino de Parapsicología (CLAP) de San Pablo, muchos de estos paquetes de envolturas llamativas. Un umbandista que nos hizo una visita, se maravilló de que aún no estuviéramos ya todos muertos a causa de los paquetes conservados en el museo, que encerraban tantos males. Su salida fue ésta: 'Ustedes tienen el cuerpo cerrado y es muy poderoso el santo que los protege'. Entonces le respondimos: ¡Es curioso! Aquí ridiculizamos los poderes de orixás, exús, a los espíritus que nos rodean, los hechizos, cambios de cabeza y toda superstición y, no obstante eso ¿los espíritus nos protegen?".
En el Brasil se suspende, por ejemplo, una gran vasija sobre un niño enfermo para que el mal salga de la criatura y vaya a ella.
El mismo autor explica que, "para curar el cáncer es necesario colocar un sapo en ayunas sobre la parte afectada y dejarlo ahí durante nueve días. En el caso de que el sapo muera, es necesario sustituirlo". "Para la jaqueca, es suficiente con colocar sobre la cabeza la mitad de una paloma blanca partida; y entre los baños repugnantes existe el que utiliza estiércol de buey negro hervido en agua con la que debe bañarse la víctima afectada del 'mal de ojo' o cualquier maldición". (González Quevedo: El poder de la mente en la curación de la enfermedad, págs. 128 y 130).
También este sacerdote cita la costumbre de los curanderos entre las tribus africanas: El Reverendo P. Trilles, misionero en África describe con detalle una escena típica de curanderismo entre las tribus africanas. El pagé o jefe del espiritismo anuncia su primera fórmula mágica, que va a aplicar enseguida. Después entra en trance y danza hasta quedar agotado. Durante la danza, anuncia el trasplante de la enfermedad de alguno de los pacientes, hacia el cuerpo de un animal o hacia un árbol. "Es una de las ceremonias más extrañas: se ve al enfermo calmarse poco a poco bajo el efecto de los pases magnéticos, y después de haber sudado abundantemente, dormirse tranquilamente (¡hipnotizado o sugestionado y condicionado!), mientras que el animal tiembla, gime y se echa por tierra quedando rígido de repente y cayendo como una masa inerte y muchas veces muere, agitado por el estremecimiento convulsivo. En este caso, se suele usar un cabrito y con mucha frecuencia un perro muy estimado por el enfermo"(Obra citada, pág. 131).
De modo que si hay curación, es por sugestión del paciente. Depende de la enfermedad, por supuesto. Empero cuando se trata de un mal grave, de curso fatal no existe sugestión que valga.
Este sacerdote tuvo la oportunidad de comprobar el fraude en "intervenciones quirúrgicas" llevadas a cabo por verdaderos farsantes.
Hay personas enfermas atraídas por la fuerza publicitaria, que gastan grandes fortunas para ser atendidas por estos falsos cirujanos. Estos farsantes operan de los ojos (incluso cataratas), con un simple cuchillo de cocina, y "abren" el vientre de los pacientes para extraer tumores, apéndices, cálculos biliares y objetos diversos "alojados" en el abdomen.
El caso de un médico que se sometió a una operación espiritista en Filipinas relatado por González Quevedo es el siguiente: "Se acostó en la mesa de 'operaciones' fingiendo creer en los espíritus del 'más allá', (pero en realidad ¡con los ojos abiertos a todo lo que pasaba!). Vio cómo el 'cirujano' escondía disimuladamente en la mano una cosa amarillo-rojiza. Notó que el curandero no introducía las manos en su cuerpo, sino que tan sólo doblaba los dedos y hacía presión sobre la piel. Cuando después el curandero le presentaba cínicamente el 'tumor' que había extraído de su cuerpo, Nolen (el médico-paciente) no se dejó engañar, era aquella cosa amarilla que antes le había visto escamotear. Nolen ha operado bastantes tumores para conocer bien su aspecto y descubrir que aquello que el charlatán le presentaba no era más que una bola de grasa probablemente de un pollo.
"El doctor Nolen observó otras operaciones y descubrió que los curanderos fingían sangre con jugo de nuez areca. Este jugo cristaliza y puede servir de bolsita (como las de plástico) para guardar vísceras de un pollo. Cuando se rompe, el jugo cristalizado parece sangre. Notó también como hacían desaparecer de inmediato, con cualquier pretexto, los tejidos "extraídos", si alguien manifestaba el deseo de llevar alguno para su análisis de laboratorio". (Ob. cit. pág. 156).
Un personaje famoso de América del Sur como curandero-cirujano, fue el brasileño José Pedro de Freitas, llamado "Ze Arigó" que quiere decir "paisano jovial", quien realizaba cirugías "a manos limpias" o utilizaba un cuchillo de cocina o una tijera común sin esterilizar y sin anestesia. Este brasileño fue un famosomedium y "cirujano espiritual" en los años 60 y comienzos del 70 del siglo pasado. Decía ser la encarnación de un tal "doctor Adolfo Fritz" un supuesto médico alemán fallecido en 1918. Esto es, según la terminología parapsicológica, un caso de prosopopeya, es decir, la manifestación del espíritu de un muerto en una persona viva.
Arigó había sido entonces un poseído del espíritu de un muerto, el doctor Fritz que realizaba curaciones y cirugías a través de sus manos. Este curandero incluso hablaba alemán, según se decía, pero parece que sólo había aprendido dos frases que repetía en ese idioma.
Si confrontamos opiniones sobre este personaje hallaremos notables contrastes. Mientras algunos parapsicólogos, la prensa sensacionalista, y los medios propagandísticos relatan maravillas del célebre curandero, otros, médicos e incluso parapsicólogos como el mencionado González Quevedo lo desenmascararon sin misericordia.
Alain Sotto y Varinia Oberto, por ejemplo, dicen en su libro Más allá de la muerte (Madrid, EDAF, 1984, págs. 131,132 y 133): "Cientos de personas desfilaron día tras día ante el célebre curandero brasileño Zé Arigó, y así durante años. Tras un rápido vistazo del paciente que pasaba por delante de su mesa, establecía su diagnóstico y fijaba su tratamiento. Hablaba de las enfermedades utilizando la terminología de la medicina oficial y recetaba unos preparados farmacéuticos cuyos contenidos químicos requerían un perfecto conocimiento de las funciones fisiológicas del cuerpo humano. Sin tocar nunca a un solo paciente ni concederle más que unos segundos de atención, indicaba unas recetas complejas.
"Incluso antes de que se le persiguiera por ejercicio ilegal de la medicina, había practicado algunas intervenciones quirúrgicas importantes con instrumentos rudimentarios como navajas y tijeras sin recurrir a ninguna clase de antisépticos ni anestesia. Sus operaciones, que duraban unos treinta segundos, se realizaban con gran rapidez y destreza. 'Su rendimiento semanal equivalía al de un gran hospital' declaró el neurólogo Adrija Puharich tras una investigación.
"Y sin embargo ese antiguo minero sin estudios era de inteligencia mediana y no leía nunca. ¿De dónde había sacado ese saber, esa habilidad tantas veces comprobada y sin fallos?
"Zé Arigó afirmaba que le ayudaba el espíritu de un médico alemán, el doctor Fritz que había ejercido la medicina en Munich y en Viena. Le oía dictarle al oído derecho diagnósticos y tratamientos y él era tan sólo su ayudante, su médium, en las operaciones... El 11 de enero de 1971, el gran Arigó moría en un accidente de automóvil".
En cambio veamos lo que dice el "desenmascarador" de los que se aprovechan de la credulidad pública y a la vez (como un contraste) parapsicólogo, González Quevedo quien en este caso estuvo acertado:
"El CLAP (Centro Latino-Americano de Parapsicología organizó, bajo mi dirección, un sondeo sobre la 'medicina mediumnica' atribuida a Zé Arigó. Se envió un cuestionario a más de 30.000 personas distribuidas por todo Brasil, que habían hecho alguno de mis cursos de divulgación de la parapsicología.
"Habían consultado con Zé Arigó un total de 836 personas, entre parientes y conocidos de los que nos escribieron. La encuesta dio los siguientes datos:
No sabían el resultado de la consulta en 281 casos (25 %).
En los demás casos se descubrió que:
Habían curado o mejorado....................................... 172 (15,5 %)
Había sido inútil para................................................ 620 (55,5 %)
Había sido perjudicial para....................................... 44 (3,9 %)
"Se comprueba pues, que la gran mayoría de los que habían consultado con Arigó, no obtuvieron resultado satisfactorio.
"Por otra parte, un investigador médico, aportó este testimonio en la encuesta del CLAP: 'Habiendo entrevistado a muchas personas que consultaron con Arigó, no habían sido curadas el 90 % de ellas". (Ob . citada, págs. 19 y 20).
En otra parte de su libro, González Quevedo relata que, en cierta oportunidad desafió a Arigó a realizar una demostración de sus artes quirúrgicas de extirpación de apéndice cecal o un trasplante de falangina de un dedo, pues la campaña publicitaria aseguraba que era capaz de realizar cualquier tipo de operación. Luego de apostar veinte mil contra cincuenta dólares el investigador recibió la siguiente respuesta del curandero que así salió del paso: "Yo perdono a este sacerdote, que quiere impedirme hacer el bien". (ob. cit. págs. 169 y 170).
También dice González Quevedo que el gran aparato publicitario hizo creer al público que Arigó había curado a la hija del ex presidente brasileño Juscelino Kubitschek de una enfermedad de la columna vertebral, cuando en realidad lo único que hizo fue aliviarla temporalmente del dolor. Realmente se operó en Houston Texas y fue el médico Dr. Harrington quien la curó y no Arigó que casi la mata". ( Ob.cit. págs. 204 y 205)
Luego también dice dice que ninguno de sus propagandistas, parientes y amigos íntimos ha tenido el valor de someterse a las operaciones de Arigó. Su propia hermana fue operada de cataratas por un oculista de Belo Horizonte, precisamente un tipo de cirugía en el que se "especializaba" Arigó, quién "igual que todos los curanderos enviaba a sus hijos, parientes y amigos ¡al médico!".
Además, también él tenía su médico particular que no era precisamente el espíritu del doctor Fritz, sino uno de carne y hueso.
El mismo Zé Arigó padeció de aortitis, sufrió un infarto y tuvieron que llevarlo urgentemente al hospital. El padre de Arigó que padecía de úlcera de duodeno tampoco se sometió a las "artes curativas" de su hijo, sino que fue atendido por médicos auténticos. (Ob. cit. pág. 193).
Estas conclusiones obtenidas por el investigador González Quevedo, las hago extensivas a todos los curanderos del mundo habidos y por haber. Se trata de charlatanería pura.
Para finalizar podemos mencionar que también hay "dotados" que pretenden realizar operaciones en lo astral, sin cortes, ni sangre, y todo lo que la imaginación puede aportar al mundo de ficción
Aporta, mis-enigmas-favoritos.blogspot.com, que: Este humilde brasileño, carente de estudios y la formación precisa, era capaz de atender en su casa a unas trescientas personas en un solo día (suponiendo una larguísima jornada de 16 horas, dedicaba unos tres minutos por paciente). Según contaba, cuando entraba en trance, un tal doctor Adolf Fritz, qu e ejerció la medicina durante la Segunda Guerra Mundial, utilizaba su cuerpo para realizar las sanaciones. Pero lo más increíble eran sus técnicas y su "instrumental", compuesto de navajas, cuchillos y cualquier objeto capaz de realizar una incisión y que tenían un aspecto más bien poco aséptico, por no decir sucio. Y nunca produjo una infección. Ninguno de sus pacientes pareció sufrir dolor, a pesar de que nunca utilizaba anestesia y realizaba la cirujía de manera rápida y brusca. Este es el testimonio de uno de los innumerables testigos de la singular praxis de Zé Arigó:
Arigó continuó ejerciendo en su pequeña consulta, lo que le supuso nuevos ataques por parte de la medicina "oficial", que consiguió definitivamente encerrarlo en prisión durante 18 meses, en los que se ocupó de curar a cuantos presos acudían a su celda. Cuando fue puesto en libertad, siguió curando gente sin cesar durante los seis años que transcurrieron hasta su propia muerte en 1971 a causa de un accidente de tráfico.
Como es natural, muchos tacharon al "cirujano" de farsante, de saber muy bien donde cortaba por tener libros de medicina en su casa, de no haber curado nunca a nadie, de ser un hábil ilusionista, etc. Nunca sabremos la verdad, aunque el gran número de testigos y pacientes y su duradera fama parecen darle credibilidad
Susdetractores lo acusaron de intrusismo profesional, acarreándole una sentencia de cárcel. Pero su fama entre los ciudadanos era tal, que el presidente de Brasil le indultó (algunos afirman que en realidad el presidente le devolvió el favor por haber curado a su hija).
Arigó continuó ejerciendo en su pequeña consulta, lo que le supuso nuevos ataques por parte de la medicina "oficial", que consiguió definitivamente encerrarlo en prisión durante 18 meses, en los que se ocupó de curar a cuantos presos acudían a su celda. Cuando fue puesto en libertad, siguió curando gente sin cesar durante los seis años que transcurrieron hasta su propia muerte en 1971 a causa de un accidente de tráfico.
Como es natural, muchos tacharon al "cirujano" de farsante, de saber muy bien donde cortaba por tener libros de medicina en su casa, de no haber curado nunca a nadie, de ser un hábil ilusionista, etc. Nunca sabremos la verdad, aunque el gran número de testigos y pacientes y su duradera fama parecen darle credibilidad
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