viernes, 26 de julio de 2013

ANTIGUA GRECIA: Y su sexualidad desenfrenada


Un joven desnudo toca el aulos en un banquete. Copa ática, 460-450 a. C.

El hombre de la antigua Grecia consideraba el amor hacia las mujeres algo vulgar, una pasión vacía, propia de los animales. Este concepto del amor, lógicamente favoreció la escasa valoración social de las mujeres, a las que se veía como seres inferiores física e intelectualmente.

El amor entre hombres era más respetado por la sociedad griega. Se consideraba un privilegio de los hombres cultos. Generalmente, solía existir una importante diferencia de edad entre los amantes.






En este fresco de una tumba griega vemos al Erómeno con su Erastés.

En Atenas, el hombre mayor se llamaba Erastés y su joven amante, Erómeno. El primero debía educar, proteger y dar buen ejemplo a su amado. El jovencito ofrecía a cambio su lealtad y su belleza física. Sólo el primero debía sentir placer sexual en sus relaciones.


Escena de cortejo pederasta recogida en una vasija del siglo IV a. C.

Al parecer, muchos jóvenes griegos se prostituían a cambio de dinero, perros de caza u otros caprichos. Otros, eran vendidos por sus propios padres para que ejerciesen la prostitución.


Hombre pagando a un joven prostituto

Incluso jovencitos adinerados, de buena familia, podían entregarse a hombres mayores a veces, simplemente, por experimentar nuevas experiencias sexuales. Este fue el caso de Timarcos, que, según nos cuenta Esquines, su inmensa fortuna no le impidió vender su cuerpo desde los trece años y unirse después al pederasta Misgolas a cambio de dinero:

Se llevó a su casa a Timarcos, que estaba bien rollizo, vicioso ya, y dispuesto a conceder a Misgolas cuanto éste deseara... Actuaba así porque era esclavo de sus pasiones más despreciables, los platos refinados, las mujeres flautistas, las prostitutas, los dados, todo lo que jamás debería seducir a un noble. Esquines:Contra Timarco


También se extendió en Grecia la moda de mantener sexo con eunucos, que podían ser de tres tipos: los castrati, a quienes se les había cortado todo; los spadones, no mutilados del todo; y losthlibiae, con los testículos aplastados.

A pesar de que socialmente se ensalzara el amor entre hombres, las mujeres nunca dejaron de ser fuente de deseo. Era frecuente que en los banquetes y en las fiestas se contratase a bellas prostitutas para que "amenizasen" la velada.


En Grecia, las alcahuetas recogían niñas abandonadas para dedicarlas después a la prostitución. Muchos padres poco adinerados, cuando nacían sus hijos, sobre todo si eran niñas, los colocaban dentro de un macetero (para protegerlos de los perros) en una esquina de una calle. Los traficantes recogían a estos niños para venderlos, antes de la adolescencia, como esclavos o prostitutos.

Según Zenón, una pequeña niña, como había que educarla, sólo valía 50 dracmas, pero las adolescentes prostituidas podían costar hasta 300 dracmas.

Luciano, en su Diálogo de las cortesanas, nos explica cómo una madre comenzó a prostituir a su propia hija, que sólo tenía diez años:

- Saldrás a conocer hombres jóvenes, beberás y te acostarás con ellos a cambio de dinero.
- ¿Cómo Lira, la hija de Dafnis?
- Sí.
- Pero ¡si es una prostituta!
- ¡Eso no es tan terrible! Te harás rica y tendrás numerosos amantes. ¿Por qué lloras? Las prostitutas son numerosas y codiciadas. ¡Ganan mucho dinero! ¡He visto a la hija de Dafnis cubierta de harapos cuando era niña, y la veo ahora con sus joyas, sus vestidos de colores y sus cuatro criadas!

La sexualidad del varón era mucho más libre y desinhibida que la de su mujer legítima. Mientras que ella sólo podía tener relaciones sexuales con su marido, con el fin de la procreación, éste podía buscaba el placer con diferentes amantes, como concubinas, esclavas domésticas o prostitutas.

Entre las prostitutas destacaba, por su refinamiento y belleza, la hetaira, que no sólo era objeto de placer sino también signo externo de riqueza. Por ese motivo, era exhibidas por su protector en los juegos, en debates políticos, excursiones o banquetes.

En los banquetes, el anfitrión solía ofrecer a sus invitados espectáculos excitantes, con juegos, números de circo y bailarinas y flautistas prostituidas. Sin duda, estas fiestas terminaban en orgías, en las que las prostitutas competían por demostrar su capacidad e imaginación.


Una joven música, que ha tocado la lira en un banquete, se viste de nuevo bajo la mirada de su cliente. Copa ática, c.490 a. C., Museo Británico.

Las hetairas vivían con mucho lujo y algunas eran tan caras que eran alquiladas por dos hombres a la vez. Sin embargo, todas temían la vejez. Y es que todas las prostitutas, incluso las más bellas e influyentes, podían acabar mál con el paso del tiempo. Epícrates nos habla del trágico declive de la cortesana Lais, célebre en su época:

Lais es perezosa y está siempre borracha... Cuando era joven y lozana, se mostraba indomable a causa de sus riquezas, y resultaba más fácil obtener una entrevista con el sátrapa Farnabazos que con ella. Pero desde que han transcurrido los años y ha perdido la armonía de su cuerpo, ¡resulta más fácil verla que escupir! Ahora se pasea por todas partes. Lo mismo le dan una moneda de oro que tres óbolos; recibe a jóvenes lo mismo que a viejos. Se ha domesticado tanto que viene a comer de tu mano. Epícrato: Anti-Lais.

Diferencias entre la Sexualidad de Grecia Antigua y moderna:

En la Grecia antigua es impresionante lo intolerante que son ciertas personas extremadamente conservadoras con las costumbres sexuales de este pueblo. Si bien hemos aceptado muchas cosas como la libertad sexual para la gente homosexual y en general una liberación sexual femenina por la cual se ha luchado durante siglos, todavía la gente ve como un tabú ciertos temas.
Es ya conocido que la homosexualidad tanto femenina como masculina era aceptada en Grecia, grandes personajes de la época eran homosexuales declarados, pero no eran mal vistos, para la cultura Griega la belleza era una símbolo de adoración y admiración por lo tanto admirar la belleza de una persona joven ya sea hombre o mujer no estaba mal visto.
La prostitución en Grecia era algo común y corriente, a las prostitutas se las llamaba Hetairas, eran mujeres que dominaban el arte del amor y que en su gran mayoría eran mujeres que vendían su cuerpo como se conoce actualmente, eran pobres y vivían en casas todas juntas ( lo que ahora se llamaría un burdel).
Aunque diferentes tipos de represiones han arrumbado la homosexualidad a lo invisible en la  sociedad griega contemporánea, han existido varios poetas y escritores griegos que han tratado la homosexualidad en sus obras.
La Grecia Clásica ha sido considerada tradicionalmente como un campo fértil del cual la cultura homosexual occidental se ha nutrido. La Grecia moderna sin embargo, parece bastante reticente a aceptar la homosexualidad como un aspecto principal de su cultura.
Uno puede asumir que esto fue propiciado por la dominación extranjera, la imposición de un estado militar, seguido como gobiernos socialistas menos liberales, apoyados por el foco mediterráneo de la familia unitaria clásica como modelo social, próxima a la ortodoxia cristiana, mas la tendencia al machismo, han contribuido a volver oculta la homosexualidad en la Grecia contemporánea
Esto no quiere decir que la homosexualidad esté ausenta en la Grecia actual. Se necesita solamente viajar a Mykonos durante los meses estivales para constatar presencia gay, y mujeres occidentales peregrinan hacia Mytilene en busca de las hermanas de Safo.

El origen de Hermafrodita

De Extremo Oriente llegaron también formas míticas concretadas en el fruto de los amores de Hermes y Afrodita, más conocido, por los relatos de Plinio, como el Hermafrodita.
La cómica leyenda es relatada por el poeta latino Ovidio. Hermafrodita es un joven adolescente, que llega a un lago, cuyas aguas son límpidas hasta el fondo. Allí lo ve Salmacis, una náyade voluptuosa, quien se queda extasiada al observar su belleza. La joven exclamó ardiente: “Yo te amo, te deseo y quiero compartir contigo mi lecho”.
El joven Hermafrodita, que ignoraba el amor se lanzó despavorido a la fuga. Ella, entonces se alejó para no intimidarlo. Él se desnudo, creyendo que nadie lo observaba y jugó con las olas. La ninfa, sin embargo, observándolo, presa del deseo lo abrazó por la fuerza y estrechando su cuerpo sobre el cuerpo desnudo del muchacho, invocó: “Que no pueda este joven separarse de mí, ni yo de él”.
Los dioses la escucharon y juntaron sus cuerpos; ambos crecieron bajo el aguijón del tiempo, como si fueran la rama de un mismo árbol, pero participando de su doble naturaleza. Y así nació Hermafrodita, un ser con sexo masculino y femenino a la vez.

 

Infidelidad y Prostitución

Pero en Grecia, no todos fueron leyendas mitológicas. El sexo era algo que formaba parte importantísima en la vida de los griegos. Y no era puro cuento... Si bien, la familia llegó a ser el fundamento de la sociedad; en la esfera sexual, los griegos tuvieron las mayores variantes imaginables.
En la civilización cretense, la mujer disfrutaba de gran libertad, podía frecuentar banquetes, representaciones teatrales y jurídicamente se igualaba al hombre. El matrimonio, dentro de la sociedad minoica (desarrollada en Creta), lazo de unión de toda la vida social, se hallaba bajo la invocación de la Madre Tierra. Hombres y mujeres acudían a las cumbres de las montañas, los bosques y grutas, donde depositaban ofrendas y sacrificaban animales. Y esto también permitía que lo sexual fuese concebido como una necesidad natural satisfecha libremente. Los jóvenes se unían en los campos, sobre la hierba o el trigo recién segado.
Desaparecida la civilización minoica, se desarrolla en todo su esplendor, la civilización micénica, en el corazón continental de la antigua Hélade. De este período micénico de hombres fogosos, viriles y belicosos, guerreros y navegantes, denominados por Homero como “aqueos”, subyacen innumerables referencias, que dan cuenta de una sexualidad rica y exuberante.

Culto a la virginidad

Frente a la práctica de la Prostitución sagrada, procedente de Babilonia, Menfis, Jerusalén y Sumeria se encuentra, por contraste el Culto a la Virginidad, también nacido de Oriente. Según esta creencia, la pérdida de la virginidad era vista como una forma latente de muerte, de aquí surge la leyenda de Artemis, la diosa virgen.
Esto no impidió, no obstante, que dicha divinidad de la Castidad diese cincuenta hijos a Endimión y otorgase ciertos “favores” a Orión y a Pan. Artemis, según cuenta la leyenda tuvo un séquito de sesenta hijas de Océano y todas las jóvenes que deseaban acompañarla debían hacer voto de castidad. Sus sacerdotisas eran todas vírgenes y cuando se casaban debían abandonar la Orden sagrada.
La leyenda de Calipso, por ejemplo cuenta que fue seducida por Júpiter y al ser descubierto su desliz, para que no vieran su abultado vientre, por el embarazo se negó a ir al baño con sus compañeras. Artemis la expulsó de su séquito

Pederastia en la Antigua Grecia

La pederastia griega, idealizada por los griegos desde la época arcaica hacia adelante, era una relación entre un adolescente joven y un hombre adulto fuera de su familia, y fue construida inicialmente como una moral aristocrática y una institución educacional. Como tal, era vista por los griegos como un elemento esencial en su cultura desde tiempos de Homero en adelante.
El término deriva de la combinación de los vocablos griegos παῖς (pais) o παιδός (pedós) ('niño' o 'muchacho') y εραστης (erastēs) ('amante'; cf. erotismo). En un sentido más amplio la palabra se refiere al amor erótico entre adolescentes y hombres adultos. Los griegos consideraban como algo normal para cualquier hombre el sentirse atraído por la belleza de un joven.
La pederastia está cercanamente relacionada con las costumbres atléticas y artísticas del nudismo en la gimnasia, de retrasar los matrimonios en los caballeros, del simposio y del aislamiento de las mujeres en la vida social. Era también algo esencial para la formación militar griega, y un factor importante en el despliegue de las tropas.


Escena de un cortejo pederasta Detalle de una ánfora ateniense del siglo V adC. El hombre con barba es descrito en un tradicional gesto de cortejo pederasta, una mano buscando acariciar al hombre joven, la otra agarrando su barbilla como para mirarlo en el ojo.



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